viernes, 18 de septiembre de 2015

En manos de un jesuita la causa de Rutilio Grande

Es el padre Anton Witwer, postulador General de los Jesuitas, con la colaboración de Rafael Urrutia en El Salvador

Cuando estuvimos con monseñor Rafael Urrutia en su minúscula oficina del arzobispado de San Salvador, a pocos pasos del seminario de San José de la Montaña y de la sede del semanario Orientación, poco después de la beatificación de Romero, él ya estaba trabajando para introducir la causa del sacerdote jesuita salvadoreño Rutilio Grande García y sus compañeros mártires, Nelson Rutilio y Manuel Solórzano. El mismo semanario Orientación publica ahora la noticia de que el Arzobispo de San Salvador, José Luis Escobar Alas, decidió aceptar la apertura formal de la causa de Rutilio Grande, aunque es necesario aclarar que el proceso ya se encontraba en una fase avanzada. En el decreto publicado por la arquidiócesis se afirma que la solicitud fue presentada precisamente por Rafael Urrutia, quien ha sido nombrado vicepostulador diocesano de la causa “por mandato fechado en Roma el 16 de junio del año en curso”.

El postulador será el padre Anton Witwer, Postulador General de los Jesuitas, designación que confirma el interés del Papa jesuita. Por otra parte, como recuerda el sitio SuperMartyrio, el cardenal Angelo Amato, Prefecto de la Congregación para la Causa de los Santos, ya le había comunicado al arzobispo Escobar Alas que el Papa estaba “muy contento” de que “Usted ya haya iniciado el proceso de canonización del P. Rutilio Grande”. Francisco recordó a Rutilio Grande en el vuelo de regreso de Corea, en agosto de 2014:  “detrás de él [Romero], viene Rutilio Grande”, dijo el Papa. Una referencia posterior atribuida al Papa figura en el comunicado oficial difundido por la sala de prensa de la Presidencia de El Salvador sobre la visita al Vaticano del entonces Presidente Mauricio Funes. “Después de monseñor Romero podrían llegar otras canonizaciones”, contó Funes.

Rafael Urrutia, que tuvo una participación decisiva en la beatificación de Romero, está convencido de que los tiempos de la causa diocesana pueden ser breves. El trabajo, da a entender sin decirlo explícitamente, está muy avanzado. “Esperamos terminar para el mes de noviembre. Queremos llevar todo a Roma el primero de noviembre, que fue el día que terminamos de preparar la causa de Romero”. Ya se había hecho mucho trabajo, informa SuperMartyrio. “Entre el final del año pasado y el inicio del año en curso, se recolectaron aproximadamente 30 testimonios de testigos, incluyendo familiares, sacerdotes y laicos, para respaldar la beatificación del mártir jesuita salvadoreño”.  SuperMartyrio agrega que “Mons. Urrutia, el P. Edwin Henríquez (segundo vice postulador de la causa), y el abogado Rodrigo Belismelis (también veterano de la causa Mons. Romero) recogieron testimonios en El Salvador y Guatemala”.

Romero-Rutilio Grande. El resultado positivo de la primera causa es también un buen auspicio para la segunda. “Facilitará el camino de Rutilio”, admite el padre Urrutia. “Creo que la historia de Romero ha dejado una marca en Roma”. Y después de Rutilio, “todos los demás” agrega Urrutia, “una sola causa para todos”, seminaristas, sacerdotes y catequistas asesinados antes y después de Romero. En “todos los demás”, sin embargo, no están incluidos los seis jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas, Ellacuría y sus compañeros, asesinados el 16 de noviembre de 1989. “Para ellos probablemente habrá una causa aparte”, aclara Urrutia. Y no es todo. Urrutia nombra al antecesor inmediato de Romero, monseñor Luis Chávez y González, tercer arzobispo de San Salvador –“un hombre santo”- y el de Arturo Rivera y Damas, salesiano, que ocupó el lugar de Romero cuando este murió, “un verdadero confesor”.

Arturo Rivera y Damas colaboró activamente con Romero y mantuvo con él una estrecha relación de amistad personal. En las votaciones internas de la Confe-rencia Episcopal Salvadoreña se alineaba siempre con él. Apoyó también el trabajo de Rutilio Grande en las zonas rurales de la arquidiócesis de las que era obispo auxiliar. Un mes después de asesinato de Romero, en abril de 1980, Juan Pablo II lo nombró administrador apostólico de la arquidiócesis de San Salvador y lo confirmó como arzobispo el 28 de febrero de 1983. Participó en las negociaciones de paz entre el gobierno y la guerrilla e inció la causa de beatificación de Romero. En los años de su gobierno se produjo la masacre de los jesuitas de la UCA. Falleció debido a un infarto el 26 de noviembre de 1994. 

“Trabajaría con inmenso placer en la causa de Rivera y Damas, al que quiero mucho”, declara Urrutia, quien hubiera deseado que las dos figuras, la de Romero y la de Rivera y Damas, se consideraran más relacionadas: “Una cuestión de justicia y una manera de agradecerle a este obispo extraordinario”
(VATICAN INSIDER)

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