viernes, 15 de mayo de 2015

Monseñor Romero: por amor a su fe y al pueblo salvadoreño

El próximo 23 de mayo monseñor Óscar Arnulfo Romero será beatificado en El Salvador, 35 años después de que fuera asesinado en medio de su ejercicio pastoral, en la capilla del Hospital la Divina Providencia, en esta capital.

En el mismo altar donde oficiaba una misa, un francotirador a las órdenes del mayor Roberto DAubisson, creador de los escuadrones de la muerte y fundador del partido de derecha Alianza Republicana Nacionalista, le disparó al corazón. Su muerte fue inmediata.

Monseñor Romero aseguró que lo más importante de su obra pastoral era la defensa de la vida de las personas y así lo expresó en su homilía del 16 de marzo de 1980, en la cual aseguró que lo que más necesitaba El Salvador era "un alto a la represión".

"Este es el pensamiento fundamental de mi predicación: nada me importa tanto como la vida humana. Es algo tan serio y tan profundo (...) porque esa sangre no hace sino negar el amor, despertar nuevos odios, hacer imposible la reconciliación y la paz", dijo entonces al referirse a la situación violenta que vivía el país.

Abogó por la igualdad, la equitativa y justa distribución de las riquezas como un acto de bondad de cada persona.

Llamó a la oligarquía salvadoreña a escuchar el llamado del papa Juan Pablo II, quien señaló que los bienes que no son necesarios para unos, constituyen para centenares de millones de seres humanos un requisito esencial para su supervivencia.

"Espero que este llamado de la Iglesia no endurezca aún más el corazón de los oligarcas, sino que los mueva a la conversión. Compartan lo que son y tienen", instó monseñor.

Asimismo, a pesar de que conocía el peligro que significaba su ministerio, exhortó insistentemente a quienes poseían las riquezas del país a que pensaran en los más desposeídos.

"No sigan callando con la violencia a los que les estamos haciendo esta invitación, ni mucho menos continúen matando a los que estamos tratando de lograr haya una más justa distribución del poder y de las riquezas de nuestro país", expresó el arzobispo.

"Y hablo en primera persona, porque esta semana me llegó un aviso de que estoy yo en la lista de los que van a ser eliminados la próxima semana. Pero que quede constancia de que la voz de la justicia nadie la puede matar ya", acotó.

Este 23 de mayo, finalmente la justicia llegará tras todo el largo proceso de canonización de monseñor Romero que se inició el 24 de marzo de 1990, aunque fue en 1994 cuando se presentó formalmente la solicitud a su sucesor Arturo Rivera y Damas. El 3 de febrero de 2015 fue reconocido como mártir por el Vaticano, al ser aprobado por el papa Francisco el decreto de martirio correspondiente y promulgado por la Congregación para las Causas de los Santos.

En entrevista con Prensa Latina, el postulante del proceso de beatificación de monseñor Romero, monseñor Rafael Urrutia, aseguró que la noticia del papa Francisco de decretar el martirio de monseñor Romero produjo alegría a la iglesia católica salvadoreña.

"La estábamos esperando desde hace muchísimos años y por eso nos alegró mucho saber que un papa muy cercano a América Latina, al sufrimiento, al dolor de la represión, a la angustia, el papa Francisco, pudo comprender la figura de monseñor Romero", subrayó.

El padre Urrutia describió a Romero como un hombre que amó a Dios y a los pobres con toda su alma y todo su corazón, y ahora la iglesia reconoce su martirio.

"Nos alegra porque sabemos que va a ser un signo de unidad, de reconciliación, de paz social en este país con el correr de los años y porque también representa un signo de la verdad porque Romero buscaba la paz, hablando con la verdad en sus labios", enfatizó.

"Para mí es el profeta de la paz, no una paz centrada en la ausencia de la guerra, sino una paz fundada en el amor, la verdad, la justicia, y en la santidad de los hombres también. Un profeta que habla fundamentalmente de solidaridad fraterna", añadió.

Rememoró que Romero luchó para que este país no llegara a la guerra, para que ya no se asesinaran más a los pobres, para que todos se trataran como hermanos.

"Nuestra visión de monseñor Romero es la de un profeta que habla de paz en este país", remarcó.

Su beatificación es una invitación al pueblo salvadoreño a la paz y a la reconciliación, pero al mismo tiempo una invitación a la justicia, reiteró desde su despacho en la parroquia La Resurrección, en la colonia Miramonte, en esta capital.

Monseñor Urrutia aseveró que Romero fue un pastor que enseñó "una nueva manera de ser sacerdotes y obispos, una manera nueva de amar a los pobres, ya no con la asistencia humanitaria solamente, sino de amarnos con la propia vida".

Además de eso fue "un hombre humilde, sencillo, con fuerza interior, un hombre de Dios, pero sobre todo un hombre que sabe amar de verdad con obras", aseguró.

Romero denunciaba en sus homilías los crímenes y decía que no era eso lo que Dios quería y por lo tanto había que evitarlo, dijo.

"Fueron denuncias my concretas con nombre y apellidos, denuncias que dolieron a mucha gente, pero esa es la base del amor de Romero: hablar con la verdad y la verdad a veces duele", acentuó 

PREPARATIVOS PARA LA BEATIFICACIÃ"N 

Monseñor Urrutia detalló que esperan, lo menos, 260 mil personas, unos 100 obispos, mil 200 sacerdotes para el acto del 23 de mayo.

Estarán los cardenales Angelo Amato, Prefecto de la Causa para los Santos, quien oficiará la beatificación; de Cuba, Jaime Ortega; Panamá, José Luis Lacunza; Nicaragua, Leopoldo José Brenes; Honduras, Andrés Rodríguez Maradiaga y el arzobispo de Managua, Leopoldo José Brenes, entre otros.

"Los preparativos marchan bien, lo último que nos faltaba era empezar a construir el templete donde se hará la ceremonia y ya están en la plaza montándolo, lo que llevará al menos 12 días", precisó.

RUTILIO GRANDE, CAMINO A LA BEATIFICACIÃ"N 

Para el padre Urrutia, Rutilio Grande y monseñor Romero son como dos almas gemelas: campesinos, sencillos, humildes, incluso con algunas características de la personalidad similares y supieron ayudarse mutuamente.

Cuando Romero llegó a San Salvador como secretario de la conferencia episcopal, fue a vivir al seminario donde estaba Rutilio, un sacerdote jesuita, y pronto se hicieron amigos, recordó.

Rutilio era un hombre con mucha inquietud pastoral, con un deseo profundo de la misión, con un amor profundo por los pobres, y un afán por insertarse en su dura realidad. Romero era entonces más de institución, y así llegó a ser arzobispo, dijo.

"Cuando 12 días después de la toma de posesión de Romero, mataron a Rutilio, monseñor Romero dijo que no se trataba de un muerto cualquiera: es mi hermano, es mi amigo, y le espantó tanto su muerte que se dio cuenta que la persecución tocaba las puertas de la iglesia", evocó.

"Y entonces, volvió por los pobres, por los sacerdotes, por aquellos que no tenían voz en este país", resaltó monseñor Urrutia.

Subrayó que fue nombrado también postulador de la causa de Rutilio Grande cuyo asesinato "fue una inspiración divina para Romero", al decir de monseñor Vincenzo Paglia, promotor de la causa de Romero.

"Yo le digo a mis hermanos que nado en sangre de mártires porque a mí me recibió en el seminario Rutilio Grande y me ordenó de sacerdote Ocar Romero, y trabajo en una parroquia donde el padre fue martirizado: Alfonso Navarro", comentó.

Puntualizó que ha comenzado con la etapa de la investigación, con la búsqueda de los testigos y pidieron a Roma su parecer para comenzar.

En El Salvador tiene una iglesia con experiencia martirial enorme: hay alrededor de 18 sacerdotes asesinados y cuatro religiosas, enfatizó Urrutia.

La lista de la Comisión de la Verdad de Naciones Unidas para conocer los crímenes cometidos durante los 12 años de conflicto armado en El Salvador (1980-1992) inició en 1977 con el asesinato del jesuita Rutilio Grande, ocurrido en los años de represión que condujeron a la guerra. Todas estas muertes constituyen violaciones al Derecho Internacional Humanitario y Romero es la primera causa donde la justicia aparece al menos por una parte, porque sus asesinos siguieron en la impunidad.

*Corresponsal de Prensa Latina en El Salvador.

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