Monseñor Óscar Arnulfo Romero pasó por El Salvador, se quedó aquí entre el pueblo, y para toda la humanidad
Como Dios pasó por este país con Monseñor Romero, al reconocer su legado, se le ve con los ojos de la fe habitar en el monte transfigurándose junto a Jesús, Elías y Moisés; ya que así como Jesús fue el Cristo de Dios, y Elías y Moisés los guías de su pueblo, así Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue el profeta y mártir de los salvadoreños, razón que le ha llevado a ser considerado beato.
Óscar Arnulfo Romero sacerdote católico predicó con el ejemplo y fue
consecuente entre lo que anunció y vivió desde que hizo a los pobres su
opción preferencial. Su reconocido legado como defensor de los Derechos
Humanos y sensible ante las víctimas de la violencia de finales de la
década de 1970 e inicios de 1980 marcó la historia de este país, como
diría Ignacio Ellacuría: “con Monseñor Romero Dios pasó por El
Salvador”.
Su radicalidad por el reino de Dios y la Iglesia comprometida le llevó a
ser ame-naza ante el poder en turno: Gobierno, partidos políticos,
militares, medios de comunicación, el sector privilegiado de la
Iglesia, y la élite política e ideológica de los Estados Unidos.
A punto de iniciar la década de 1980, Monseñor Romero decidió llegar
hasta lo último como profeta, su dignidad inquebrantable, fue mal visto
por los sectores de derecha, y en algunos momentos por algunos de
izquierda en El Salvador. Su labor profética le llevó a denunciar con
fuerza y vigor el mal que procedió de cualquier lado, hasta quedarse
únicamente con su conciencia, el pueblo y con Dios, ya que como profeta
escogido por Él y enviado a la espiral y torbellino político, militar,
social, de los medios de comunicación, y poderío estadounidense, su vida
pendió de un hilo, sin embargo, a cada uno de estos se dirigió: al
Gobierno (1979-1980) le pidió cambios estructurales por estar
entronizado en el pecado, en el atropello y en las injusticias, así como
a no estar en conflicto con el pueblo.
A los partidos políticos los llamó privilegiados en condiciones de bienestar y promotores de las diferencias sociales.
A los militares les demandó que estaban en la obligación de rendir
cuentas por los crímenes y atropellos impunes, así como a
responsabilizarse por los crímenes vulgares.
Sobre los medios de comunicación social expresó: “Es lástima, hermanos,
que en estas cosas tan graves de nuestro pueblo se quiera engañar al
pueblo. Es lástima tener unos medios de comunicación tan vendidos a las
condiciones. Es lástima no poder confiar en la noticia del periódico o
de la televisión o de la radio porque todo está comprado, está amañado y
no se dice la verdad”.
Al sector de la Iglesia elitista que favoreció a los sectores del
Gobierno, militares y élite económica de esa época la llamó instrumento
del poder, y juguetes de los poderes de la tierra, en sus palabras: “Una
Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero,
mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no
sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor”.
Al Presidente de los Estados Unidos, Romero le pidió que cesara la ayuda
militar a El Salvador ya que sólo contribuía en represión militar y que
no interviniera en los cambios estructurales “dirigidos por” el
Gobierno, pero manipulados por la nación estadounidense.
De modo que la pastoral de Monseñor Romero estuvo a favor de “los sin
voz”, y fue el detonante para que despiadadamente lo asesinaran. El
Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador expresa: “El 24 de
marzo de 1980 el Arzobispo de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo
Romero Galdámez, fue asesinado cuando oficiaba la misa en la Capilla del
Hospital de la Divina Providencia. La Comisión concluye lo siguiente:
1. El ex-Mayor Roberto D’Aubuisson dio la orden de asesinar al Arzobispo
y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad,
actuando como “escuadrón de la muerte”, de organizar y supervisar la
ejecución del asesinato…” Pág. 132.
Después de 35 años del asesinato de Óscar Arnulfo Romero, el Papa
Francisco consideró la importancia y reconocimiento de la beatificación
del mártir salvadoreño por toda su obra a favor de los que no tuvieron
voz, razón por la cual su legado ¡¡¡vive!!! En esta misma sintonía,
Monseñor Romero ¡¡¡vive!!! en el corazón de las y los salvadoreños que
aman la verdad, la justicia, la honestidad, la humildad, la unidad y
sobre todo al prójimo, así como a Dios.
Su enseñanza ha quedado como legado al pueblo salvadoreño y a la
humanidad para que día a día medite sobre ella, y llegue al corazón así
como a la mente, de modo que al leer y escuchar sus homilías impacte
generando metamorfosis en todo aquel que aprecie su ejemplo y modelo,
que tanto necesita El Salvador.
Como Dios pasó por este país con Monseñor Romero, al reconocer su
legado, se le ve con los ojos de la fe habitar en el monte
transfigurándose junto a Jesús, Elías y Moisés; ya que así como Jesús
fue el Cristo de Dios, y Elías y Moisés los guías de su pueblo, así
Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue el profeta y mártir de los
salvadoreños razón que le ha llevado a ser considerado beato.
De modo que Monseñor Romero marcó la historia de El Salvador (no se
puede hablar de la historia de este país sin aludir a él), fue un hito y
parteaguas en la espiritualidad de la sociedad salvadoreña, y su
beatificación puede llegar ser un modelo cristiano de cohesión social y
político, es decir, al asumir sus enseñanzas para la convivencia entre
los y las salvadoreñas.
Como la beatificación es inminente, el siguiente PASO en este proceso
para la Iglesia católica es la canonización, que apunta a ser un “ya,
pero todavía no”, que nunca debe de perder de vista al hombre de carne,
hueso y sangre, que asumió las condiciones históricas materiales
salvadoreñas en las que vivió y convivió como profeta, ya que podría
llegar a deshistorizar su legado.
Y si bien es cierto, Monseñor Romero siempre fue “la voz de los sin
voz”, es decir, de los pobres, en su beatificación todos los poderosos
quieren ser los protagonistas de su legado, será de observar durante
este 22 y 23 de mayo cuál es el lugar que los pobres tendrán, y a futuro
quiénes tendrán o convivirán con Oscar Romero, y qué será de los que
continúen no teniendo voz y teniendo a Romero.
De profeta a beato salvadoreño: Monseñor Óscar Arnulfo Romero ¡viva su
legado y ejemplo! ¡viva su rectitud y ser consecuente! ¡viva siempre
entre el pueblo que lo necesita y él los necesita a ellos!
Finalmente decir que: ¡Monseñor Romero pasó por El Salvador, se quedó aquí entre el pueblo y para toda la humanidad!
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