jueves, 21 de mayo de 2015

Monseñor Óscar Arnulfo Romero pasó por El Salvador, se quedó aquí entre el pueblo, y para toda la humanidad

Monseñor Óscar Arnulfo Romero pasó por El Salvador, se quedó aquí entre el pueblo, y para toda la humanidad

Como Dios pasó por este país con Monseñor Romero, al reconocer su legado, se le ve con los ojos de la fe habitar en el monte transfigurándose junto a Jesús, Elías y Moisés; ya que así como Jesús fue el Cristo de Dios, y Elías y Moisés los guías de su pueblo, así Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue el profeta y mártir de los salvadoreños,  razón que le ha llevado a ser considerado beato.



Óscar Arnulfo Romero sacerdote católico predicó  con el ejemplo y fue consecuente entre lo que anunció y vivió desde que hizo a los pobres su opción preferencial. Su reconocido legado como defensor de los Derechos Humanos y sensible ante las víctimas de la violencia de finales de la década de 1970 e inicios de 1980 marcó la historia de este país, como diría  Ignacio Ellacuría: “con Monseñor Romero Dios pasó por El Salvador”.

Su radicalidad por el reino de Dios y la Iglesia comprometida le llevó a ser ame-naza ante el poder en turno: Gobierno, partidos políticos, militares, medios de comunicación, el sector privilegiado de  la Iglesia, y la élite política e ideológica de los Estados Unidos.

A punto de iniciar la década de 1980, Monseñor Romero decidió llegar hasta lo último como profeta, su dignidad inquebrantable, fue mal visto por los sectores de derecha, y en algunos momentos por algunos de izquierda en El Salvador. Su labor profética le llevó a denunciar con fuerza y vigor el mal que procedió  de cualquier lado, hasta quedarse únicamente con su conciencia, el pueblo y con Dios, ya que como profeta escogido por Él y enviado a la espiral y torbellino político, militar, social, de los medios de comunicación, y poderío estadounidense, su vida pendió de un hilo, sin embargo, a cada uno de estos se dirigió: al Gobierno (1979-1980) le pidió cambios estructurales por estar entronizado en el pecado, en el atropello y en las injusticias, así como a no estar en conflicto con el pueblo.

A los partidos políticos los llamó privilegiados en condiciones de bienestar  y promotores de las diferencias sociales.
A los militares les demandó que estaban en la obligación de rendir cuentas por los crímenes y atropellos impunes,  así como a responsabilizarse por los crímenes vulgares.
Sobre los medios de comunicación social expresó: “Es lástima, hermanos, que en estas cosas tan graves de nuestro pueblo se quiera engañar al pueblo. Es lástima tener unos medios de comunicación tan vendidos a las condiciones. Es lástima no poder confiar en la noticia del periódico o de la televisión o de la radio porque todo está comprado, está amañado y no se dice la verdad”.

Al sector de la Iglesia elitista que favoreció a los sectores del Gobierno, militares y élite económica de esa época la llamó instrumento del poder, y juguetes de los poderes de la tierra, en sus palabras: “Una Iglesia que se instalara sólo para estar bien, para tener mucho dinero, mucha comodidad, pero que olvidara el reclamo de las injusticias, no sería la verdadera Iglesia de nuestro divino Redentor”.

Al Presidente de los Estados Unidos, Romero le pidió que cesara la ayuda militar a El Salvador ya que sólo contribuía en represión militar y que no interviniera en los cambios estructurales “dirigidos por” el Gobierno, pero manipulados por la nación estadounidense.

De modo que la pastoral de Monseñor Romero estuvo a favor de “los sin voz”,  y fue el detonante para que despiadadamente lo asesinaran. El Informe de la Comisión de la Verdad para El Salvador expresa: “El 24 de marzo de 1980 el Arzobispo de San Salvador, Monseñor Óscar Arnulfo Romero Galdámez, fue asesinado cuando oficiaba la misa en la Capilla del Hospital de la Divina Providencia. La Comisión concluye lo siguiente: 1. El ex-Mayor Roberto D’Aubuisson dio la orden de asesinar al Arzobispo y dio instrucciones precisas a miembros de su entorno de seguridad, actuando como “escuadrón de la muerte”, de organizar y supervisar la ejecución del asesinato…” Pág. 132.

Después de 35 años del asesinato de Óscar Arnulfo Romero, el Papa Francisco consideró la importancia  y reconocimiento de la beatificación del mártir salvadoreño por toda su obra  a favor de los que no tuvieron voz, razón por la cual su legado ¡¡¡vive!!! En esta misma sintonía, Monseñor Romero ¡¡¡vive!!! en el corazón de las y los salvadoreños que aman la verdad, la justicia, la honestidad, la humildad, la unidad y sobre todo al prójimo, así como a Dios.

Su enseñanza ha quedado como legado al pueblo salvadoreño y a la humanidad para que día a día medite sobre ella, y llegue al corazón así como a la mente, de modo que al leer y escuchar sus homilías impacte generando metamorfosis en todo aquel que aprecie su ejemplo y modelo, que tanto necesita El Salvador.

Como Dios pasó por este país con Monseñor Romero, al reconocer su legado, se le ve con los ojos de la fe habitar en el monte transfigurándose junto a Jesús, Elías y Moisés; ya que así como Jesús fue el Cristo de Dios, y Elías y Moisés los guías de su pueblo, así Monseñor Óscar Arnulfo Romero fue el profeta y mártir de los salvadoreños  razón que le ha       llevado a ser considerado beato.

De modo que Monseñor Romero marcó la historia de El Salvador (no se puede hablar de la historia de este país sin aludir a él), fue un hito y parteaguas en la espiritualidad de la sociedad salvadoreña,  y su beatificación puede llegar ser un modelo cristiano de cohesión social y político, es decir, al asumir sus enseñanzas para la convivencia entre los y las salvadoreñas.

Como la beatificación es inminente, el siguiente PASO en este proceso para la Iglesia católica es la canonización, que apunta a ser un “ya, pero todavía no”, que nunca debe de perder de vista al hombre de carne, hueso y sangre, que asumió las condiciones históricas materiales salvadoreñas en las que vivió y convivió como profeta, ya que podría llegar a deshistorizar su legado.

Y si bien es cierto, Monseñor Romero siempre fue “la voz de los sin voz”, es decir, de los pobres, en su beatificación todos los poderosos quieren ser los protagonistas de su legado, será de observar durante este 22 y 23 de mayo cuál es el lugar que los pobres tendrán, y a futuro quiénes tendrán o convivirán con Oscar Romero, y qué será de los que continúen no teniendo voz y teniendo a Romero.

De profeta a beato salvadoreño: Monseñor Óscar Arnulfo Romero ¡viva su legado y ejemplo! ¡viva su rectitud y ser consecuente! ¡viva siempre entre el pueblo que lo necesita y él los necesita a ellos!
Finalmente decir que: ¡Monseñor Romero pasó por El Salvador, se quedó aquí entre el pueblo y para toda la humanidad!

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