viernes, 27 de marzo de 2015

OSCAR ARNULFO ROMERO: LA EDUCACIÓN QUE NECESITA EL SALVADOR

Salvador Augusto López

Cada año niñas/os, jóvenes y adultos van a estudiar a la escuela, al instituto, y a la universidad, nivel tras nivel ascienden, se detienen o desertan del rol educativo. En la educación formal participan una serie de agentes: el Estado, el Ministerio de Educación, los Centros Educativos, y los sujetos protagonistas como los profesores/as y estudiantes. La educación es una actividad determinante y vital en el desarrollo y avance de la sociedad, aquella en sí misma no tiene vida, se la dan quienes la presiden, y acá inicia lo trascendental ya que la educación puede ser bancaria o crítica, de enajenación o liberación, estar al servicio de un sector élite y del mercado, o en favor del bien común.

¡Si no se reflexiona sobre la educación formal sería irresponsable en un país como El Salvador que necesita un punto de interrupción y ruptura para reflexionar y reconstruir el tejido educativo, social y político! y se hará desde el pensamiento de Oscar Arnulfo Romero, salvadoreño amado y admirado por una parte del pueblo y la humanidad, pero mal visto por el poder y las élites que poseen el poder fáctico con todos sus tentáculos; porque no se puede ser pueblo y élite, ¡no es de engañarse!

Oscar Arnulfo Romero reflexionó sobre la educación, y expresó: “Que se capacite a los niños y a los jóvenes a analizar la realidad de su país. Que los prepare para ser agentes de transformaciones en vez de alienarlos con un amontonamiento de textos y de técnicas que lo hacen desconocer la realidad. Así hay muchos técnicos, muchos sabios, muchos profesionales que saben su ciencia, su profesión, pero que son como ángeles, desencarnados de la realidad en que actúa su profesión. Lo primero que debe buscar una educación, pues, es encarnar al hombre en la realidad, saberla analizar, ser críticos de su realidad. Una educación que sea educación para una participación política, democrática, consciente, ¡esto! ¡cuánto bien haría!.” (Homilía 30 de abril de 1978, IV p. 194).

La educación liberadora es oportuna y urgente enseñarla a las niñas y niños salvadoreños, el problema se hace más que evidente cuando los jóvenes han estudiado la educación primaria y secundaria y llegan a la universidad (en el mejor de los escenarios) ya que han sido educados con mucha información en la cabeza, pero con anémico y desnutrido análisis de la realidad histórica, razón por la cual es un imperativo pedagógico replantear la labor educativa.
El bien común parece ser un aforismo, un eslogan, un lugar común, y es que para ser consciente de él tanto reflexiva como prácticamente es necesario saber cómo la persona está situada en el mundo haciéndose tres preguntas básicas: ¿dónde nació? ¿dónde está? y ¿hacia dónde va? Si del plano antropológico y existencial se pasa al socio-político entonces las preguntas cambiarían ¿en qué estrato o clase social nació? ¿desde cuál estrato o clase social lucha y ¿por cuáles estratos sociales luchará? Al responder estas preguntas entonces se comprendería el bien común, así como se educará para convivir con él. 

Pero parte del problema agudo de la educación formal en la mayoría de los casos es que se educa para incrementar el ego de la persona, para ser ¡excelente estudiante (con notas 9 y 10, formato capitaloide de competitividad educativa para “¡ser mejor!” ) ! Para alcanzar el ¡éxito individualista y ascenso socio-económico!, y escasamente para ser mejores personas con gran potencial y servir a los otros, para poner a disposición la formación profesional hacia los necesitados y más necesitados. Pensar así para muchos es cuento romántico y descontextualizado, porque lo más importante es posicionarse en un excelente puesto de trabajo con jugoso salario, pero ¡que importan los demás! ¡Si yo soy esto y aquello!, es decir, se ha convertido en un canibalismo socio-educativo.

Como Oscar Arnulfo Romero enseñó, en pocas palabras el trabajo educativo debe llevar el factor político, ya que es menester que haya trabajo político y retorno social, lejos de ser así es educación que aliena, entendiendo por esta: el proceso mediante el cual el individuo o una colectividad transforman su conciencia hasta hacerla contradictoria con lo que debía esperarse de su condición. 

Es decir, la educación alienante es un proceso que distorsiona, trastorna, crea falsa conciencia y hace ajena a la persona a su realidad social, política, económica, etc. Si bien es cierto, es educación pero desgarrada de las condiciones histórico-materiales, y mentalmente situado como si fuesen verdaderas y reales las condiciones ideales y deshistorizadas. ¡Así no se avanza, así no se libera y emancipa!

Por lo general, se cree que ir a la escuela, instituto y universidad se va a aprender, pero, no debe ser así, también es de ir a desaprender y no sólo eso, sino, llevar el desaprendizaje a los otros, compleja labor que implicaría por descolonizar la educación y pensamiento para que nazca la conciencia en muchos profesores/as y estudiantes; porque no se trata de conocer en desmedida, sino conocer y saber para trasformar la realidad.

Pero hay muchos estudiantes que llegan a la universidad y coronan su carrera, luego lo único importante es su propio beneficio, pueden ser peritos, expertos, estar en la dinámica de la tecnología de avance, y muchos no logran ver que entraron en la dinámica de la educación fabricada para ser parte o pieza de todo el engranaje del sistema capitalista que sólo trabaja con la racionalidad de cálculo y busca ganancias, y optimización del neoliberalismo.
Este tipo de profesionales conocen mucho, saben mucho, tienen muchos títulos pero están al servicio del poder y para ellos fueron formados, en muchos casos es posible que no lo sepan porque su conciencia no les ha nacido, otros puede ser que lo sepan y son indiferentes, otros sencillamente hipotecan su credibilidad profesional a costa de perjudicar a los más necesitados y otros emigran como fuga de cerebros.

Finalmente, decir que la educación crítica, liberadora y humanizadora debe poseer compromiso con la participación política, democrática y sobre todo debe ser consciente de qué y cómo saber, para saber cómo y cuándo proceder a la transformación de la realidad social, económica y cultural.

Toda la educación debería de estar en función de la realidad salvadoreña: la recuperación de los idiomas originarios/indígenas para nombrar la realidad, la historia para saber quién es el salvadoreño/a y sobre todo por los atropellos que el poder político y económico han realizado en contra del bien el común, las ciencias sociales para conocer qué tipo de sociedad es la salvadoreña y cuál debería ser la apuesta poniendo atención a los problemas de género y violencia social, la moral para fomentar relaciones interpersonales de sana, justa, pacífica convivencia, respeto y tolerancia a los otros, las ciencias naturales para identificarse como ser vivo entre los otros del ecosistema y fomentar la salud ecológica, las matemáticas para contar y medir los problemas numéricos del día a día, la computación y uso del internet para explorar la sociedad planetaria y fomentar la interculturalidad, la literatura para alfabetizar con escritoras/es salvadoreños y clásicos, así como para gozarse en la lectura, la filosofía para fomentar un espíritu sano de escepticismo, criticismo y sospecha, etc…

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