jueves, 2 de julio de 2015
De la mano de las pandillas
En El Salvador, en las décadas de los 80 y los 90 del siglo pasado, hace 30 años, hubo una guerra popular revolucionaria para frenar la represión que la dictadura militar, al servicio de la oligarquía, infligía a la población cuando ésta deman-daba un poco de justicia social.
Más de 12 años duró la guerra, que enfrentó a cinco organizaciones político militares nacidas en el corazón del pueblo y agrupadas en el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN); contra el ejército, cuerpos de seguridad, escuadrones de la muerte, y asesores militares estadounidenses, en medio del contexto internacional del final la guerra fría.
El FMLN se ganó el respaldo y cariño de la población y acumuló una capacidad política diplomática y militar que llevaron al borde del colapso al gobierno y ejército, facilitando las negociaciones en las que insistía desde el inicio del conflicto.
Estas negociaciones y los Acuerdos de Paz, significaron una derrota estratégica para el imperio y la derecha, pues de-mostraron que en doce años no lograron derrotar al FMLN; pese a los millones de dólares y asesores provenientes del Norte.
La derrota evidenció que los militares salvadoreños no pudieron con el encargo de sus patronos oligarcas, y que su verdadero profesionalismo consistía en el contrabando de licores, enseres electrodomésticos y diversos artículos que se vendían en la Cooperativa de la Fuerza Armada, o que iban directo a manos de los militares y de otros sirvientes.
Poco a poco la oligarquía fue tomando en sus manos la defensa de sus intereses. En eso surgió el mayor Roberto d´Aubuisson, enlace de inteligencia de la embajada estadunidense, y organizó los escuadrones de la muerte, en los que participaban militares y civiles provenientes de la misma oligarquía o de profesionales y personas dedicados a servir a la oligarquía.
Luego de la mano de los escuadrones de la muerte nació ARENA, que como partido político legal tenía la ocasión de recoger materiales de inteligencia para alimentar el accionar de los escuadrones de la muerte, en un círculo macabro que cobró miles de víctimas entre ellas el asesinato del Mártir y Beato Romero.
Después de los Acuerdos de Paz, el 16 de enero de 1992, el FMLN incursionó en la vida política, y como lo hizo durante la guerra, fue acumulando fuerzas (entre derrotas electorales, luchas y victorias) hasta conquistar la presidencia en 2009 y de nuevo en el 2014.
Desde el 2009, la derecha inició el ataque frontal contra toda reforma o programa del FMLN a favor del pueblo, tomaron trinchera contra todo lo nuevo, contra el cambio, pues cada conquista de los sectores populares, como los paquetes escolares, la ayuda a personas mayores, Ciudad Mujer, paquetes agrícolas, y
cualquier inversión social, significa para la oligarquía una posibilidad menos de seguirse enriqueciendo. Pero además les preocupa cada caso de corrupción judicializado o crimen de guerra o de esa humanidad investigado, porque los res-ponsables se encuentran en sus filas.
En esta gran inseguridad disfrazada de violencia, los grupos de derecha han iniciado una nueva guerra de la mano de las pandillas, su objetivo es volver ingobernable al país y desestabilizar al gobierno, ya sea para provocar tanto caos y temor que terminé justificándo un golpe judicial, o para desgastar al FMLN de tal manera que por estar atendiendo esta inseguridad desmedida no atienda lo que debe atender y eso le permita a Arena
recobrar el control del Estado.
Que delincuentes ataquen a civiles sin lógica alguna (ni siquiera para robar) que enfrenten con disparos, granadas y emboscadas a pequeñas unidades militares, a policías y a fiscales, es fruto de una coordinación planificada, esta nueva guerra de la derecha es muy similar a la violencia que vivió el país en los días de los escuadrones de la muerte. Así como en aquella época bañaron de sangre la patria, ahora pretenden lo mismo y atentan contra la gobernabilidad del país.
Y como la derecha siempre se ha servido de la violencia, recordemos el caso de los jesuitas y el del Beato Romero, es obligatorio preguntarse si esta violencia por su coincidencia con los planes de la derecha de volver ingobernable al país no es generada de manera encubierta por ARENA.
Si es el caso, la oligarquía ha tomado el camino equivocado, deberían sentarse y como personas civilizadas negociar y compartir lo que han acumulado a costa del pueblo, para que todos vivamos en dignidad. De lo contrario, están provocando la radicalización del proceso, haciendo que la población tome conciencia de su verdadera esencia como clase explotadora y exigirles que rindan cuentas.
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