El
jueves 3 de septiembre, con el concierto que la Orquesta Sinfónica de
El Salvador dedicó a la Universidad, iniciaron las celebraciones del
quincuagésimo aniversario de la fundación de esta casa de estudios. El 1
de septiembre de 1965 se firmó el acuerdo ejecutivo que aprobó sus
estatutos y el 15 de septiembre próximo se cumplirán 50 años del acto
inaugural que dio inicio a su vida institucional. La UCA fue la segunda
universidad del país, después de la Universidad de El Salvador.
La UCA fue constituida como una corporación de utilidad pública no solo por exigencia legal, sino porque con ello expresaba su clara y decida vocación de estar al servicio de la sociedad salvadoreña, para contribuir al bien común del país y de su pueblo. Con este espíritu la ha dirigido la Compañía de Jesús, preocupándose por realizar una labor encarnada en la realidad del país, y por ello no se ha dedicado solo a la formación de profesionales, sino que ha mantenido un intenso esfuerzo por contribuir universitariamente a superar la injusticia, irracionalidad y desigualdad que caracterizan a las estructuras sociales y económicas salvadoreñas.
La UCA fue pionera al incluir entre las funciones sustantivas universitarias a la proyección social, dando paso así a un nuevo tipo de universidad, una universidad que se concibe a sí misma como actor beligerante que busca incidir directamente en la transformación de la sociedad en la que está inserta y a la que se debe.
Este quincuagésimo aniversario queremos celebrarlo con la sociedad, pues es claro que la UCA se debe a la gente de El Salvador, se ve configurada por la realidad concreta en la que viven los salvadoreños, a quienes ha buscado servir de la mejor manera que ha sido capaz. A lo largo de estos 50 años, la Universidad ha graduado a 27,143 profesionales de muy diversas áreas, ha realizado centenares de estudios sobre distintos aspectos críticos de la realidad nacional y decenas de investigaciones científicas y técnicas. Ha publicado miles de páginas entre editoriales y artículos de diversas áreas y temáticas. Todo con un único fin: aportar elementos de reflexión y análisis, señalar los problemas más graves y urgentes de nuestro país, proponer posibles caminos de superación de los mismos, en aras de contribuir al cambio social de El Salvador.
Desde su fundación, la UCA se ha consagrado a esa tarea, con sus defectos y limitaciones, pero también con importantes aciertos. Una tarea en la que seguimos creyendo y con la que reafirmamos nuestro compromiso. Nuestro propósito ha sido, y Dios mediante lo seguirá siendo, contribuir desde la Universidad a la misión de la Compañía de Jesús: el servicio de la fe y la lucha por la justicia que la misma fe nos exige. En base a ello, hemos puesto todo nuestro empeño en que la Universidad esté al servicio de la liberación integral y el desarrollo pleno del pueblo salvadoreño, con una atención preferencial a los más necesitados, a los que ven sus derechos humanos negados constantemente, tal como lo hizo Jesús de Nazaret.
Desde muy pronto y debido a su quehacer tan decidido a favor de la justicia social y la defensa de los derechos humanos, la Universidad se granjeó enemigos, y en diversas ocasiones recibió amenazas; pronto le fue retirada la ayuda económica estatal; fue víctima de ataques en los medios de comunicación y blanco de los grupos paramilitares; fue acusada de subversiva, de comunista, de faltar a su identidad universitaria e inspiración cristiana. En 1989, muy cerca de cumplir sus primeros 25 años de vida, la UCA perdió a sus principales autoridades, que fueron masacradas con la pretensión de aniquilar a la Universidad misma y de impedir que su misión y proyecto siguieran adelante. Un crimen, todavía hoy impune, que fue tramado y perpetrado por los que no estaban dispuestos a ceder ninguno de sus privilegios, por los que querían impedir la posibilidad de la paz en El Salvador, por los que se negaban a que en nuestro país pudiera surgir una sociedad verdaderamente libre, democrática y plenamente respetuosa del principio de la igual dignidad de todas las personas.
Tal como lo expresó el entonces padre superior general de la Compañía de Jesús, Peter Hans Kolvenbach, el martirio de los jesuitas de la UCA es “el testimonio creíble de que una institución superior de enseñanza e investigación puede convertirse en instrumento de justicia en nombre del Evangelio”. La vida y el legado de los mártires es fuente de inspiración y luz en este quincuagésimo aniversario. Ellos iniciaron un camino universitario claro y ambicioso, movidos por un profundo amor al pueblo salvadoreño, a los pobres, a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, y pusieron la UCA a su servicio.
En la celebración de este aniversario, reafirmamos nuestro compromiso con el magis ignaciano propio de la Compañía de Jesús, que cada día nos llama a seguir trabajando para ser la mejor universidad posible; a mejorar permanentemente la calidad de nuestro trabajo, realizando mejores y más pertinentes investigaciones al servicio de los grandes desafíos de nuestra sociedad; a elaborar propuestas bien fundamentadas, viables y operativas para superar los problemas nacionales, a fin de abonar a la justicia social y el bienestar de todos los salvadoreños; a formar los mejores profesionales para nuestro país y para el mundo, hombres y mujeres para los demás, profundamente humanos, conscientes, compasivos, comprometidos y competentes.
Queremos contribuir decididamente a la construcción de un país sin violencia, solidario con los empobrecidos; con políticos, funcionarios públicos y empresarios honestos y al servicio del bien común. Un El Salvador con verdad, libertad, justicia, paz, trabajo decente para todos, plenamente respetuoso de los derechos humanos y unido bajo una identidad común, tal como lo soñaron monseñor Romero, los mártires de la UCA y tantos hombres y mujeres que han dado y empeñado su vida en ello. (Editorial UCA)
La UCA fue constituida como una corporación de utilidad pública no solo por exigencia legal, sino porque con ello expresaba su clara y decida vocación de estar al servicio de la sociedad salvadoreña, para contribuir al bien común del país y de su pueblo. Con este espíritu la ha dirigido la Compañía de Jesús, preocupándose por realizar una labor encarnada en la realidad del país, y por ello no se ha dedicado solo a la formación de profesionales, sino que ha mantenido un intenso esfuerzo por contribuir universitariamente a superar la injusticia, irracionalidad y desigualdad que caracterizan a las estructuras sociales y económicas salvadoreñas.
La UCA fue pionera al incluir entre las funciones sustantivas universitarias a la proyección social, dando paso así a un nuevo tipo de universidad, una universidad que se concibe a sí misma como actor beligerante que busca incidir directamente en la transformación de la sociedad en la que está inserta y a la que se debe.
Este quincuagésimo aniversario queremos celebrarlo con la sociedad, pues es claro que la UCA se debe a la gente de El Salvador, se ve configurada por la realidad concreta en la que viven los salvadoreños, a quienes ha buscado servir de la mejor manera que ha sido capaz. A lo largo de estos 50 años, la Universidad ha graduado a 27,143 profesionales de muy diversas áreas, ha realizado centenares de estudios sobre distintos aspectos críticos de la realidad nacional y decenas de investigaciones científicas y técnicas. Ha publicado miles de páginas entre editoriales y artículos de diversas áreas y temáticas. Todo con un único fin: aportar elementos de reflexión y análisis, señalar los problemas más graves y urgentes de nuestro país, proponer posibles caminos de superación de los mismos, en aras de contribuir al cambio social de El Salvador.
Desde su fundación, la UCA se ha consagrado a esa tarea, con sus defectos y limitaciones, pero también con importantes aciertos. Una tarea en la que seguimos creyendo y con la que reafirmamos nuestro compromiso. Nuestro propósito ha sido, y Dios mediante lo seguirá siendo, contribuir desde la Universidad a la misión de la Compañía de Jesús: el servicio de la fe y la lucha por la justicia que la misma fe nos exige. En base a ello, hemos puesto todo nuestro empeño en que la Universidad esté al servicio de la liberación integral y el desarrollo pleno del pueblo salvadoreño, con una atención preferencial a los más necesitados, a los que ven sus derechos humanos negados constantemente, tal como lo hizo Jesús de Nazaret.
Desde muy pronto y debido a su quehacer tan decidido a favor de la justicia social y la defensa de los derechos humanos, la Universidad se granjeó enemigos, y en diversas ocasiones recibió amenazas; pronto le fue retirada la ayuda económica estatal; fue víctima de ataques en los medios de comunicación y blanco de los grupos paramilitares; fue acusada de subversiva, de comunista, de faltar a su identidad universitaria e inspiración cristiana. En 1989, muy cerca de cumplir sus primeros 25 años de vida, la UCA perdió a sus principales autoridades, que fueron masacradas con la pretensión de aniquilar a la Universidad misma y de impedir que su misión y proyecto siguieran adelante. Un crimen, todavía hoy impune, que fue tramado y perpetrado por los que no estaban dispuestos a ceder ninguno de sus privilegios, por los que querían impedir la posibilidad de la paz en El Salvador, por los que se negaban a que en nuestro país pudiera surgir una sociedad verdaderamente libre, democrática y plenamente respetuosa del principio de la igual dignidad de todas las personas.
Tal como lo expresó el entonces padre superior general de la Compañía de Jesús, Peter Hans Kolvenbach, el martirio de los jesuitas de la UCA es “el testimonio creíble de que una institución superior de enseñanza e investigación puede convertirse en instrumento de justicia en nombre del Evangelio”. La vida y el legado de los mártires es fuente de inspiración y luz en este quincuagésimo aniversario. Ellos iniciaron un camino universitario claro y ambicioso, movidos por un profundo amor al pueblo salvadoreño, a los pobres, a las víctimas de las violaciones a los derechos humanos, y pusieron la UCA a su servicio.
En la celebración de este aniversario, reafirmamos nuestro compromiso con el magis ignaciano propio de la Compañía de Jesús, que cada día nos llama a seguir trabajando para ser la mejor universidad posible; a mejorar permanentemente la calidad de nuestro trabajo, realizando mejores y más pertinentes investigaciones al servicio de los grandes desafíos de nuestra sociedad; a elaborar propuestas bien fundamentadas, viables y operativas para superar los problemas nacionales, a fin de abonar a la justicia social y el bienestar de todos los salvadoreños; a formar los mejores profesionales para nuestro país y para el mundo, hombres y mujeres para los demás, profundamente humanos, conscientes, compasivos, comprometidos y competentes.
Queremos contribuir decididamente a la construcción de un país sin violencia, solidario con los empobrecidos; con políticos, funcionarios públicos y empresarios honestos y al servicio del bien común. Un El Salvador con verdad, libertad, justicia, paz, trabajo decente para todos, plenamente respetuoso de los derechos humanos y unido bajo una identidad común, tal como lo soñaron monseñor Romero, los mártires de la UCA y tantos hombres y mujeres que han dado y empeñado su vida en ello. (Editorial UCA)
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