LA MAQUILA COMO EXPLOTACIÓN
DATOS DE EL SALVADOR
De acuerdo a los datos de la Cámara de la Industria Textil y Confección 
(CAMTEX), las maquilas en El Salvador producen cerca de 240,000 empleos,
 80,000 directos y alrededor de 160,000 indirectos.
Según la Organización de Mujeres Salvadoreñas por la Paz (ORMUSA) las 
maquilas son una fuente principal de empleo en el país, en su mayoría 
son mujeres las que laboran.
Para la Concertación por un Empleo Digno por las Mujeres (CEDM) el 
empleo de las maquilas es uno de los más precarios obteniendo por día 
laboral $6.25 y $187.50 mensual. Entre un 80-83% la fuerza de trabajo es
 de mujeres,  las empleadas son jóvenes entre 16 a 25 años, en un 53%. 
El 30% está en edades de 18 a 22 años y un 67% entre 18 a 35. El 67% de 
trabajadoras son madres, pero el 27% son madres solteras. El nivel 
educativo promedio es de 8.2 grados.
MUJER TRABAJO Y MAQUILA
El libro de María Flores titulado: “NO ME GUSTABA, PERO ES TRABAJO”, 
plantea que la realidad que muestra Federico Engels en su clásico 
trabajo La condición de la clase obrera, no son diferentes a los 
experimentos  por aquellos que  fueron lo suficientemente 
desafortunados  como para haber  sido alcanzados  por la Revolución 
Industrial en Inglaterra.
A pesar de lo caducas y particulares  que nos puedan parecer 
actualmente  las observaciones de Engels, su crítica aguda a los efectos
 experimentados  por los y las obreros/as forzados a trabajar en las 
“fabricas satánicas oscuras” de esa época, es tan apropiada ahora como 
lo fue hace un siglo y medio.
Hoy, el capital se acumula por “desposesión”  -como David Harvey 
señala-, imposibilitando algún reclamo a lo que fue llamado the commons 
en tiempos de Engels: la propiedad a que todo el pueblo tenía derecho de
 usufructo. En escenarios no tan lejanos de aquellos tratados por Engels
 a mediados del siglo XIX en Manchester, las familias campesinas ya no 
pueden ser autosuficientes a través de la agricultura, o bien apoyadas 
por la producción artesanal o el trabajo asalariado, han enfrentado las 
recurrentes crisis a través de una gran variedad de estrategias.
Con los esposos y los hermanos lejos, los padres viviendo en la pobreza y
 las familias en la necesidades de un ingreso diario, las mujeres han 
respondido incorporándose al trabajo remunerado en un número cada vez 
mayor.  Pocas oportunidades les aguardan.
Las condiciones laborales bajo el régimen de acumulación flexible son 
todo menos eso, flexibles, fragmentado la fuerza de trabajo y dejando a 
los trabajadores como único asidero sus propios recursos para navegar en
 las aguas turbulentas del capitalismo de la época neoliberal. Aquellos 
que han tenido “suerte” en conservar su empleo en las maquiladoras  -a 
pesar de la crisis actual en el sector- son objeto de mayor explotación,
 y si planean sindicalizarse, son obligados a desistir bajo la amenaza 
de que la planta cerrará por la noche, como muchas otras lo han hecho, 
ya que los dueños de las maquiladoras, en su búsqueda de mano de  obra 
más barata  y dócil, rehúsan cualquier compromiso con el trabajador.
Este libro explora estos procesos en detalle, las condiciones y términos
 del empleo, a las maneras en que esta forma particular forma de trabajo
 de las mujeres y sus concomitantes relaciones diarias de producción, 
someten  sus cuerpos y mentes a la máquina, y se expresan en las 
interrelaciones personales dentro y fuera de la fábrica. Esta 
superexplotación  obliga a las mujeres a lidiar con la de dominación 
imperdonable reloj checador y el agotamiento de las 10 horas de trabajo 
diario. Ellas están expuestas al ruido ensordecedor y a las 
complejamente incompresibles relaciones con sus empleadores y entre 
ellas mismas.
La superexplotación es la intensificación y la extensión de la jornada 
de trabajo con en el mismo o mejor salario. Es así que las relaciones de
 por dentro y fuera del lugar de trabajo permiten comprender cómo y por 
qué  se limita un cambio radical, y cómo es que las mujeres, en tanto 
integrantes de la clase trabajadora, actúan políticamente para 
obtenerlo.  En esta relación hegemónica están involucrados la clase 
trabajadora, el capital transnacional (representado por los patrones de 
la maquila) y el Estado, el cual mediatiza y legitima relaciones de 
superexplotación.
¿Qué es la maquila?
La maquila surgió ante la creciente concentración y centralización  del 
capital que hasta la fecha lleva a una competencia  entre los capitales 
por extraer una ganancia extraordinaria a la que obtienen en conjunto 
para determinar una tasa de ganancia media.
Sin embargo, la búsqueda por obtener una ganancia extraordinaria 
equivale a traspasar las fronteras nacionales y llamarse capital 
transnacional, el cual se cerciora de penetrar en regiones específicas 
que le proporcione mínimos costos en la adquisición  de capital 
variable  y constante. Por tanto, se asocia con pequeños capitalistas y 
el gobierno, que le proporcionarán facilidades para instalarse en 
regiones como América Latina, que permiten y refuerzan la dependencia 
hacia el capital global.
La maquila –como sistema de subcontratación- enfatiza en la división 
internacional de trabajo y refuerza de esta manera la dependencia de 
América Latina respecto al capital como poseedora de mano de obra e 
infraestructura  baratas, así como región que geográficamente  le 
permite acortar la odiosa fase de circulación que tiene que ejecutar  
para poder realizar la plusvalía. De esta manera la dependencia de 
América Latina permite acelerar la rotación del capital y por ende la 
noción de trabajo.
Es así que el sistema maquilador simplemente respondió y responde a una 
etapa de acumulación específica de capital imperante en el actual 
sistema de acumulación del capital.
En este sentido, la maquila no surgió como una necesidad de dar un 
empleo digno a los y las trabajadoras que comienzan a ser desechables. 
Esta posibilidad de desechar trabajadores se convierte en valor para el 
sistema maquilador, cuya existencia depende de la superexplotacion de la
 fuerza de trabajo.
Fuente: “No me gustaba, pero es trabajo”. Mujer, trabajo y 
desechabilidad en la maquila. María de Lourdes Flores Morales, Plaza y 
Valdes Editores.

 
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