jueves, 22 de octubre de 2015

La clandestinidad

Víctor Regalado

Este tema, en tres entregas, hace parte del camino recorrido, es una muestra del oprobioso pasado que los revolucionarios y personas progresistas se vieron obligados a vivir, y al cual no debemos regresar. Por eso, “La lucha continua”.

El trabajo revolucionario muchas veces se lleva a cabo en la clandestinidad, es decir de manera secreta. Por su trabajo, el revolucionario se ve obligado a protegerse de autoridades ilegítimas y de leyes hechas para blindar los intereses de sectores que tienen el poder económico y político en la sociedad. Otras veces lo hace para luchar contra un enemigo que ocupa el territorio nacional. El término viene del latín clandestinus, que es algo  oculto o secreto.

En El Salvador, las cinco organizaciones político militares que conformaron el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) tenían publicaciones clandestinas. En 1932 el Partido Comunista (PCS), tenía “Estrella Roja” y a partir de los años sesenta “La verdad”; Las Fuerzas Populares de Liberación (FPL), a inicio de los años setenta publicaban “El Rebelde” y luego una revista que retomaba el nombre de la vieja publicación comunista, “Estrella Roja”; luego, también a partir de los setenta, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), publicaban “EL Combatiente” y después “Prensa Comunista”; en 1975 la Resistencia Nacional (RN), tenía “Por la Causa Proletaria”; y 1976 el Partido Revolucionario de los Trabajadores Centroamericanos (PRTC), “Pensamiento Proletario”. El FMLN tuvo en la clandestinidad a “Radio Liberación”, luego a “Radio Venceremos” y a “Radio Farabundo Martí”.

La lucha de clases exige el trabajo clandestino, porque esta lucha no es sino una guerra a muerte entre dos sectores de la sociedad. La derecha, de un lado, que trata de imponer y mantener un orden social excluyente que le permita seguirse enriqueciendo, sin importarle la injusticia social que eso significa, y del otro lado, el sector de la población consciente de que es necesario cambiar tal estado de cosas para que la sociedad sea más justa.

La gran mayoría de la población, que comprende empleados, obreros, campesinos, jornaleros, pequeños comerciantes, profesionales provenientes de las capas medias, y otros sectores pobres de la sociedad, sufren las consecuencias de esas injusticias, viven excluidos de los beneficios que reportan, la agricultura, la industria y otros renglones de la economía. Para la oligarquía, cualquier ayuda a los sectores con menos recursos en la sociedad es despilfarro, y deben ser excluidos de los programas de gobierno. En cambio, ellos ni siquiera los impuestos que recogen de la población (IVA) quieren entregar al Estado, y exigen que se le suba  el impuesto a los bienes de consumo que la población necesita. Esa es la cruda realidad en la que se traduce la lucha de clases. Y la oligarquía hará todo, recurrirá incluso a la violencia, como ya lo han hecho y lo están haciendo, para no perder los privilegios a los que están acostumbrados, y para no devolver lo que se han robado, ni pagar ante la justicia por los delitos cometidos.

Al arreciar, en los años 70, la lucha político militar en El Salvador, para evitar ser capturados por la dictadura militar al servicio de la oligarquía, muchos cuadros y militantes de las cinco organizaciones político militares existentes y aún cuadros de sectores tímidamente democráticos, y cristianos comprometidos, pasaron a la clandestinidad; otros ya vivían en la clandestinidad. La captura significaba tortura o muerte. El destino de muchos presos políticos eran las fosas comunes clandestinas o ser tirados en rincones de la patria donde fueran devorados por aves de carroña y otros animales. Quienes corrían esta suerte pasaban a engrosar la lista de “desaparecidos políticos, término utilizado para ocultar los asesinatos en los centros de tortura del gobierno. Otros “desaparecido” eran lanzados al mar, en los llamados “vuelos de la muerte”, técnica que aprendieron de torturadores argentinos del gobierno de Videla, de instructores de la Escuela de Las Américas de Estados Unidos y de militares franceses que fueron miembros de la organización terrorista, Organización del Ejército Secreto de la fuerza armada francesa (OAS, Organisation de l’Armée Secrète).

Las técnicas de torturar y desaparecer a los prisioneros en los “vuelos de la muerte”, tirándolos al mar vivos o drogados con un cubo de cemento en los pies, las inventaron los franceses en la guerra de Argelia, cuando los patriotas argelinos luchaban por la independencia de su patria en el Frente Liberación de Nacional. El Partido de Conciliación Nacional (PCN), hoy Partido de Concertación Nacional (PCN), utilizó esos métodos y llevó a la guerra al pueblo salvadoreño obligando a muchos militantes, sacerdotes, pastores y luchadores sociales, a pasar a la clandestinidad. Y este es un detalle que no se debe perder de vista, los partidos de la derecha ologarquica, que todavía existe, sigue albergando en su seno a militares señalados como responsables de crímenes de guerra y de lesa humanidad.
 

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