Los
padres sinodales tienen la libertad de comunicarse con la prensa, de
difundir sus intervenciones en el aula a través de blogs y sitios, se
han multiplicado las ruedas de prensa; con estas simples medidas cayó el
muro de la reserva que rodeaba tradicionalmente el trabajo de la
asamblea sinodal; y tal vez nunca como ahora el debate sinodal ha
entrado al circuito de la opinión pública.
El
Sínodo cambia su método, los círculos menores tienen más espacio, el
documento final es uno solo, pero, sobre todo, según la indicación del
Papa, los padres sinodales se expresan libremente, la discusión es más
abierta, libre, y surgen, como se dice, sensibilidades diferentes y
también posturas diferentes sobre los temas discutidos. Sin embargo,
estas novedades van acompañadas de otras, que son las del Sínodo que
describen los medios de comunicación, las de la relación entre la
asamblea sinodal y la prensa. Entre el Sínodo extraordinario de 2014 y
el Sínodo ordinario de este año, efectivamente, la sala de prensa
vaticana cambió la modalidad con la que los medios de comunicación de
todo el mundo son informados sobre el trabajo de los obispos.
La nueva forma de comunicación había provocado al inicio la perplejidad entre los periodistas, e incluso los mismos padres sinodales tuvieron que acostumbrarse a una relación diferente con la galaxia mediática, que todas las manas asedia, casi literalmente, la entrada del Aula Pablo VI. Sin embargo, a final de cuentas, el mecanismo instaurado ha producido una relación entre la prensa y el Sínodo claramente más rica y articulada con respecto al pasado. Cuando hace un año fue abolida la difusión de los resúmenes redactados por los mismos padres sinodales sobre las intervenciones pronunciadas en el aula, entre los periodistas hubo varias voces críticas y dudas: ¿con cuál material se habría trabajado? ¿Cómo era posible seguir una asamblea de 270 participantes? El Vaticano sostuvo que de aquella manera el debate en el Sínodo habría sido más libre, sin la preocupación por parte de los obispos de ser escuchados por los medios de comunicación. Sin embargo, ahora hay otro elemento en el método: la posibilidad de que los mismos padres hablaran libremente con los periodistas, de que indicaran sus opiniones sobre la asamblea y, eventualmente, de que difundieran las propias intervenciones. Es otro elemento para la caída del «secreto» en la vida de la Iglesia que ha querido Papa Francisco, y al principio no fue comprendido completamente.
Por otra parte, los periodistas y los padres sinodales comenzaron a hablar entre ellos sin temores o prudencias excesivas desde el Sínodo extraordinario de 2014. Los que siguieron los Sínodos del pasado recuerdan, efectivamente, algunos encuentros con cardenales o entrevistas, pero eran algo que se consideraba excepcional. Y no siempre los pares sinodales se sentían libres de decir lo que pensaban verdaderamente. A este cambio se añade otra novedad: las ruedas de prensa en la Sala de prensa de la Santa Sede ahora son cotidianas, hecho que ha permitido que muchos periodistas conozcan a los obispos y a los cardenales de todo el mundo, quienes a veces son conocidos y a veces no tanto.
El efecto en conjunto de la «reforma» del «Sínodo de los medios de comunicación» se ha percibido mucho más este año; ambas partes, tanto los periodistas como los padres sinodales, llegaron a la cita mucho más preparados y, consecuentemente, la cobertura del Sínodo se ha enriquecido mucho con las voces de los protagonistas que participan en el debate, pues añaden matices, diferencias e incluso descripciones sobre la nueva capacidad de debatir abiertamente dentro de la asamblea: un aprendizaje trasversal que se ve tanto en la discusión plenaria del Sínodo, en la discusión dentro de los círculos menores y también en la cobertura de los medios de comunicación. También de esta manera ha aumentado la transparencia con respecto a muchos de los temas y problemas que han surgido a lo largo del recorrido, desde la carta de algunos padres sinodales que pedían explicaciones sobre el método, hasta el tema de los divorciados que se han vuelto a casar; desde las reflexiones sobre la relación entre la doctrina y la misericordia hasta la voluntad de encontrar síntesis y puntos de acuerdo sobre las cuestiones más complejas.
Mientras tanto, cardenales como el sudafricano Wilfrid Fox Napier, en lugar de presentar versiones dulces sobre la discusión en curso, ha podido expresar con determinación (en ambos Sínodos) las propias ideas en contra de los cambios sobre la disciplina de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar; el cardenal alemán Reinhard Marx ha descrito la forma en la que este año el círculo menor alemán (en el que participan muchas personalidades relevantes de la Iglesia y con puntos de vista muy diferentes) logró llegar a un texto común capaz de conjugar las diferentes sensibilidades; y, si el arzobispo de París, el cardenal André Vingt-Trois, dijo claramente que el Sínodo no habría cambiado la doctrina, el canadiense Paul André Durocher, propuso el diaconato femenino; purpurados y obispos africanos, de Oceanía y americanos han explicado a los medios de comunicación no solo sus posturas sino, principalmente, la realidad, los diferentes mundos y enfoques.
La nueva forma de comunicación había provocado al inicio la perplejidad entre los periodistas, e incluso los mismos padres sinodales tuvieron que acostumbrarse a una relación diferente con la galaxia mediática, que todas las manas asedia, casi literalmente, la entrada del Aula Pablo VI. Sin embargo, a final de cuentas, el mecanismo instaurado ha producido una relación entre la prensa y el Sínodo claramente más rica y articulada con respecto al pasado. Cuando hace un año fue abolida la difusión de los resúmenes redactados por los mismos padres sinodales sobre las intervenciones pronunciadas en el aula, entre los periodistas hubo varias voces críticas y dudas: ¿con cuál material se habría trabajado? ¿Cómo era posible seguir una asamblea de 270 participantes? El Vaticano sostuvo que de aquella manera el debate en el Sínodo habría sido más libre, sin la preocupación por parte de los obispos de ser escuchados por los medios de comunicación. Sin embargo, ahora hay otro elemento en el método: la posibilidad de que los mismos padres hablaran libremente con los periodistas, de que indicaran sus opiniones sobre la asamblea y, eventualmente, de que difundieran las propias intervenciones. Es otro elemento para la caída del «secreto» en la vida de la Iglesia que ha querido Papa Francisco, y al principio no fue comprendido completamente.
Por otra parte, los periodistas y los padres sinodales comenzaron a hablar entre ellos sin temores o prudencias excesivas desde el Sínodo extraordinario de 2014. Los que siguieron los Sínodos del pasado recuerdan, efectivamente, algunos encuentros con cardenales o entrevistas, pero eran algo que se consideraba excepcional. Y no siempre los pares sinodales se sentían libres de decir lo que pensaban verdaderamente. A este cambio se añade otra novedad: las ruedas de prensa en la Sala de prensa de la Santa Sede ahora son cotidianas, hecho que ha permitido que muchos periodistas conozcan a los obispos y a los cardenales de todo el mundo, quienes a veces son conocidos y a veces no tanto.
El efecto en conjunto de la «reforma» del «Sínodo de los medios de comunicación» se ha percibido mucho más este año; ambas partes, tanto los periodistas como los padres sinodales, llegaron a la cita mucho más preparados y, consecuentemente, la cobertura del Sínodo se ha enriquecido mucho con las voces de los protagonistas que participan en el debate, pues añaden matices, diferencias e incluso descripciones sobre la nueva capacidad de debatir abiertamente dentro de la asamblea: un aprendizaje trasversal que se ve tanto en la discusión plenaria del Sínodo, en la discusión dentro de los círculos menores y también en la cobertura de los medios de comunicación. También de esta manera ha aumentado la transparencia con respecto a muchos de los temas y problemas que han surgido a lo largo del recorrido, desde la carta de algunos padres sinodales que pedían explicaciones sobre el método, hasta el tema de los divorciados que se han vuelto a casar; desde las reflexiones sobre la relación entre la doctrina y la misericordia hasta la voluntad de encontrar síntesis y puntos de acuerdo sobre las cuestiones más complejas.
Mientras tanto, cardenales como el sudafricano Wilfrid Fox Napier, en lugar de presentar versiones dulces sobre la discusión en curso, ha podido expresar con determinación (en ambos Sínodos) las propias ideas en contra de los cambios sobre la disciplina de la comunión a los divorciados que se han vuelto a casar; el cardenal alemán Reinhard Marx ha descrito la forma en la que este año el círculo menor alemán (en el que participan muchas personalidades relevantes de la Iglesia y con puntos de vista muy diferentes) logró llegar a un texto común capaz de conjugar las diferentes sensibilidades; y, si el arzobispo de París, el cardenal André Vingt-Trois, dijo claramente que el Sínodo no habría cambiado la doctrina, el canadiense Paul André Durocher, propuso el diaconato femenino; purpurados y obispos africanos, de Oceanía y americanos han explicado a los medios de comunicación no solo sus posturas sino, principalmente, la realidad, los diferentes mundos y enfoques.
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