12 de octubre: LA VISIÓN DE LOS VENCIDOS
El 12 de octubre de 1492 los pueblos originarios (de “América”)
presenciaron el descubrimiento del hombre europeo. Desvelamiento que
conocieron en piel, carne, sudor y sangre propia, nunca se imaginaron
que el aparecimiento en el horizonte atlántico los intrusos vendrían a
crear un etnocidio inédito en la historia del ser humano.
Es muy frecuente leer en algunos libros de historia “universal”, que el
bloque hispano “descubrió América”, pero, estos términos antes
mencionados es menester radicalizarlos, desenmascararlos y
desideologizarlos. En primer lugar, porque el hombre europeo e inicio
del moderno no vino a descubrir, vino ha encubrir. En segundo lugar, que
no hay historias universales, sino la historia material, concreta,
situada y circunstancializada de cada pueblo, y éste es el caso de los
pueblos originarios e indígenas que eran todo un mosaico de tradiciones
(algunos mantienen rasgos de su identidad hoy en día, otros han sido
echados al pasado por los paradigmas capitalistas que pretenden hacer la
realidad homogénea), y en tercer lugar, es indignante que hasta el
nombre que lleva éste continente: América, no posee un nombre propio,
sino que lleva invención europea; por tanto, es fundamental profundizar
en estos aspectos.
El filósofo salvadoreño Ignacio Ellacuría, expuso en su escrito
¿Descubrimiento o encubrimiento? quinto centenario de América latina: “A
mi modo de ver, lo primero que sucede es que el «conquistador» o
dominador se pone al descubierto. Así, hace cinco siglos, con el
«descubrimiento» del llamado «nuevo mundo», lo que realmente se
descubrió fue lo que era España en verdad, la realidad de la cultura
occidental y también de la Iglesia en ese momento. Ellos se pusieron al
descubierto, se desnudaron sin darse cuenta, porque lo que hicieron
respecto a la otra parte fue «encubrirla» no «descubrirla». En realidad
es el Tercer Mundo quién descubre al primer mundo en sus aspectos
negativos y en sus aspectos más reales.”
El planteamiento de Ellacuría expone que el desvelamiento fue de parte
de España (de ese entonces) y la cultura occidental que representaban
con sus ansias de conquista esta parte del mundo, una vez
“descubierta”. De manera que el Tercer Mundo es el que desvela al
bloque occidental con su cultura voraz y negativa. Amerindia desde sus
inicios pasó a ser un pueblo que experimentó el atropello, la voracidad,
la violencia y el etnocidio por parte del europeo; en ningún momento se
entabló lazos de diálogo, polifonía (otras voces), simetría del habla,
(la misma medida de hablar) tolerancia y respeto hacia la visión de
mundo propia del originario.
El bloque hispano al enterarse sobre las poblaciones que residían en
estas tierras y con la intensión de cristianizar a los indios –según los
españoles-, incursionaron con toda la política maquiavélica de
imponerse.
En el siglo XV en la Europa hispánica, la Iglesia Católica junto con el
Rey estaban de acuerdo en asumir y respaldar políticas que beneficiaran
sus intereses (aunque siempre hubo la excepción por parte de algunos
cristianos) y por tanto, el respaldo político y teológico estuvieron a
favor de la empresa que potenciaría esos objetivos.
Pero, bien, es de hacer un alto, e irrumpir de forma más aguda y crítica
la problemática de la conquista española, para esto es de hacer oír la
versión de los pueblos originarios y visión de los vencidos, es de hacer
contrahistoria, crear ruptura e interrupción buscando otro rostro, el
de los derrotados.
La visión conquistadora y avasalladora de una parte de los españoles se
impuso e interpretó el encubrimiento de estos pueblos desde sus propios
horizontes hermenéuticos de poder y superioridad, desde un inicio fue
dominante y atropellador.
Más de cinco siglos han transcurrido desde la conquista, pero, los
efectos y secuelas siguen siendo palpables 500 años después, y los
originarios lo pueden constatar.
No se debe continuar repitiendo la misma lectura histórica de cada 12
de octubre sobre el “Día de la Raza”, porque, ni fue descubrimiento, ni
estábamos ansiosos que vinieran, ni existe tal raza, ni somos Nuevo
Mundo, sino, que fue encubrimiento, teníamos nuestras formas de vida y
cultura, y la tal llamada raza es más un planteamiento ideológico que
biológico, así como éramos la Tierra Madura y tampoco éramos Nuevo
Mundo, respecto al Viejo Mundo porque ellos así nos nombraron.
El hombre europeo imaginó lo hallado como una cosa, nunca lo concibió
como persona al originario, no lo valoró como el “otro”, viviendo en un
cosmos diferente, porque su valoración fue eurocéntrica. En palabras
del antropó-logo e historiador mexicano Miguel León Portilla en su
libro El reverso de la conquista expone: “Sus caras eran extrañas. Los
señores los tomaron por dioses. Nosotros mismos, vuestros padres, fuimos
a verlos cuando entraron a Yximchée.”
Desde el mismo color de la piel y fisonomía del hispano, su estatura, el
idioma, las armaduras, etc.; el originario identificó diferencias,
realidades distintas que en principio consideró extrañas así mismo, sin
embargo, los señores que gobernaban entre los indígenas los
consideraron seres especiales, otorgándoles estatus de honor y poder.
Por parte de los originarios mesoamericanos esperaban que Quetzalcóatl
retornara y regresara desde el horizonte del mar, y cuando vieron venir
a hombres extraños en naves, pensaron que era él, sin embargo, la
mentira, astucia y actitud de rapiña del español se sobrepuso. En
principio fueron bien recibidos, pero, ante la falsedad del europeo, la
lucha a muerte comenzó y la historia terminó revertiéndose e
imponiéndose a favor del hombre blanco, de cabello amarillo o café, y
no fue porque en la cosmovisión mesoamericana los indígenas lograron
camuflar y valerse de mecanismo de subterfugio para preservar su
espiritualidad, ya que de no ser así, casi todo se hubiese perdido. La
actitud del europeo fue más de ser, expresándose con la violencia y
usando el poder, en cambio la del originario era más de estar, era más
armonía, más de equilibrio con el cosmos; muestra de ello era que
mientras muchos cristianos querían salvar el alma evangelizando con
Biblia en una mano durante el día, por la noche con la otra usaban la
espada, en cambio la preocupación del originario era mantener el
equilibrio cósmico, hoy en día lo ecológico.
A modo de escuchar las voces de los vencidos, en el Chilam Balam de
Chumayel se encuentran algunas de ellas refiriéndose a los españoles:
“…Pero vinieron los Dzules (azules) y todo lo deshicieron. Ellos
enseñaron el miedo, y vinieron a marchitar las flores. Para que su flor
viviese, dañaron y sorbieron la flor de nosotros…”
El texto expone la voz de los originarios expresando el malestar de la
cultura que los azules trajeron, revela que impusieron su manera de ser
en el mundo y que marchitaron la flor de los indígenas. Con lenguaje
poético el ori-ginario explicó lo que captaba, aprehendía y aprendía de
la naturaleza, esa fue su opción epistemológica para conocer la vida y
relacionarse con el mundo.
Con las flores marchitas (dejó de ser el mundo polícromo y aromático, es
decir, hermoso y bello) los originarios gritaron al invasor que su
mundo fue deteriorado y exterminado por las ansias de poder político y
económico del hispano.
Lo que para el europeo era el libro, el lenguaje discursivo, el
pensamiento formal y la síntesis, para el originario la lectura era
hecha desde la naturaleza, su lenguaje era más simbólico, su pensamiento
era más intuitivo, descriptivo e isomórfico (correspondencia entre lo
hablado y lo dado) con el mundo natural, y por lo contrario asumió la
síncresis que consistía en hacer uso de los cinco sentidos para conocer
no la realidad -cosa abstracta-, sino la naturaleza: el aire, el agua,
el fuego, la Tierra, el monte, el río, el lago, etc.
En tal sentido, la estructura social y cultural del originario fue
aniquilada e impuesto otro orden, en lo concerniente a la naturaleza los
cultivos fueron arrebatados y comerciados a los antojos españoles, en
lo religioso se impuso la religión a la espiritualidad, en lo social se
imputó la encomienda y la hacienda, así como el esclavismo, por otra
parte, los idiomas originarios fueron casi anulados, la educación
impuesta fue medieval y escolástica, las leyes no corrieron otro
destino, sino, fueron por el mismo camino, etc.
La conquista no fue, ni sigue siendo un tema de historia y de los
libros, sino un problema actual que los originarios y latinoamericanos
continuamos sufriendo hoy, en pleno siglo XXI se llama globalización,
objetivado en el mercado y llevado a la subjetividad de las personas por
medio de la ideología neoliberal.
Y esta triada Sistema capitalista, mercado y neoliberalismo continúa
generando exclusión, pobreza, periferia y muerte. En tal sentido, los
pueblos originarios “latinoamericanos” nacieron esclavizados ante
Europa, con grilletes de dependencia ideológica y económica. Con mayor
gravedad la invisibilización de los pueblos originarios ha estado
presente durante los últimos cinco siglos, y peor suerte corren las
mujeres indígenas. Y no solo es de esperar que la semilla de aquella
flor amerindia brote de la Madre Tierra esperando que la lluvia de la
justicia, equidad, inclusión y vida, se hagan presente, sino, trabajar
por un nuevo mundo donde lo ancestral y originario entre en diálogo con
lo moderno y científico, porque no se trata de quedarse anclado en el
pasado, sino, de crear condiciones interculturales que permitan a los
seres humanos enfrentar los desafíos actuales y planetarios.
Por otra parte, la descolonización del pensamiento es determinante para
tratar de otra forma a los seres humanos, la vida y el mundo, es de oír
las voces de aquellos que nunca se les ha dejado hablar, y aprender de
sus conocimientos milenarios, de los que llevan más de 3 milenios en
estas tierras y que se les ha querido borrar del horizonte histórico,
económico, social, político, educativo y cultural.
Es de recuperar lo que queda de los idiomas originarios, de la
convivencia del Buen Vivir, de los modelos políticos y sociales
indígenas, y toda la espiritualidad que tanto necesita este mundo de
armonía, equilibrio, equidad, ya que en la actualidad somos azotados por
las guerras y violencia estructural, por el desequilibrio ecológico y
por la globalización del hambre, porque el crecimiento económico de los
países desarrollados no significa desarrollo y progreso en un mundo con
tanta desigualdad.
En tal sentido, este 12 de octubre debería de invitarnos a conocernos en
verdad quiénes somos, cuál es nuestro puesto en el mundo y cuál es el
horizonte de sentido como pueblos originarios ante todo lo viviente y lo
no viviente.
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