Apagón analógico: ¿oportunidad o amenaza?
Varios países centroamericanos están en pleno proceso de transición de
la televisión analógica a la digital abierta. Este salto, que
popularmente se conoce como “apagón analógico”, se dará en El Salvador
en 2018 y le permitirá a los medios audiovisuales mejorar la calidad de
sus transmisiones, además de posibilitar la existencia de más señales de
televisión. En esto último, en la posibilidad de nuevas frecuencias, se
basa la millonaria campaña de la Asder, transmitida por todos los
canales de televisión y radiodifusoras comerciales del país. Dice el
refrán popular: “Dime de qué presumes y te diré de qué careces”. El
empeño en repetir machaconamente que en El Salvador el espectro
radioeléctrico está democratizado y que todas las voces están
representadas pretende ocultar la realidad, que es la contraria.
La desigualdad social y económica, de la que tanto le molesta escuchar a
la ANEP y que está en la base de las problemáticas de la población,
también está presente en la propiedad de los medios de comunicación. Así
como el sol no se puede tapar con un dedo, la repetición incesante de
una mentira no cambia la realidad de que en El Salvador el lucrativo
mercado de los medios está concentrado en pocas manos. Si el afán de
defender las libertades y la democracia es genuino, los medios de
comunicación aglutinados en la Asder deberían leer con atención y
aplicar las recomendaciones del reciente informe de la Comisión
Interamericana de Derechos Humanos de la OEA, “Estándares de libertad de
expresión para la transición a una televisión digital abierta, diversa,
plural e inclusiva”, publicado el 21 de mayo.
En el documento, la Comisión lista una serie de criterios a cumplir para
el pleno respeto a la libertad de expresión, considerado un derecho
fundamental en cualquier sociedad democrática. La libertad de expresión
es una condición indispensable para que partidos políticos, sindicatos,
iglesias, universidades y, en general, las organizaciones de la sociedad
civil puedan desarrollarse plenamente. Los criterios que los Estados
deben garantizar en el proceso de transición hacia la señal digital son
cuatro: incremento de la diversidad de medios televisivos y promoción de
nuevos operadores; pluralidad y diversidad de los contenidos;
reconocimiento expreso de al menos tres sectores en la televisión
digital: el comercial, el público y el comunitario; y fomento de la
pluralidad y la diversidad mediante la regulación de la concentración en
el control y la propiedad de los medios.
La ley de telecomunicaciones vigente en El Salvador no garantiza ninguno
de esos criterios. Por el contrario, propicia la concentración de
medios en pocas manos. ¿Cómo puede ser democrática una ley que otorga
las frecuencias por subasta, es decir, al que tiene más dinero? Para
colmo de males, la Sala de lo Constitucional guarda silencio sobre dos
demandas de in-constitucionalidad a esta ley, interpuestas hace muchos
meses por organizaciones que luchan por la democratización de las
comunicaciones. El Salvador necesita una nueva legislación que regule la
distribución del espectro radioeléctrico, y la inminente digitalización
de las frecuencias también lo exige, pues la actual ley no contempla
muchas variantes del nuevo sistema. Solo quienes se han beneficiado por
la actual normativa y ven en ella una garantía para seguir alimentando
su voraz ambición la pueden defender. La digitalización de las
frecuencias se presenta, entonces, como una gran oportunidad para
democratizar las comunicaciones en el país.
Sin embargo, la lucha por la democratización no puede contemplar
como regla general la expropiación de medios; más bien, debe apuntar a
distribuir equitativamente las frecuencias disponibles. La
digitalización de las frecuencias es una oportunidad para incrementar la
diversidad de voces, para habilitar el acceso a los medios de
comunicación de sectores de la sociedad que hasta hoy no han tenido
acceso a ellos. Aprovechar esta oportunidad para implementar los
criterios recomendados por la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos significará, sin duda, el fortalecimiento de la democracia. Usar
la digitalización para concentrar más los medios salvadoreños será,
también sin duda, la consolidación del emporio mediático al servicio de
una pequeña, mezquina y mercante élite.(YSUCA)
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