miércoles, 23 de julio de 2014

UN DÍA EN LA VIDA DE UN VIGILANTE PRIVADO.

La música es el lenguaje de las almas, de las mariposas, de las flores y cuando Caetano Veloso canta con su hermosísima voz: “Dicen que por las noches no más se le oía el puro llorar, dicen que por las noches no más se le iba en puro llorar, dicen que no comía no más se le iba en puro tomar, Juran que el mismo cielo se estremecía al oír su llanto, cómo sufrió por ella. Y hasta en su muerte la fue llamando”, en un mundo donde nada está escrito en piedra vale la pena hacerle algunos arreglos a tan linda letra dedicándole estas líneas a los vigilantes privados: “Dicen que por las noches no más se le oía el puro roncar, dicen que por las noches no más se le iba en puro pensar, dicen que no comía no más se le iba en puro desear, juran que el mismo cielo se estremecía al oír su llanto”; vigilantes privados de los más elementales derechos, de un salario digno, de las condiciones más básicas para desempeñar su trabajo como es el descanso, cuando me refiero a descanso no es que va a llegar en pantalones cortos y en chancletas, no, me refiero a poder sentarse por un momento, un momento para descansar cuerpo y mente y no estar condenados a estar de pie por jornadas de doce horas, poder calentar su comida, derechos a permisos, estos hombres y mujeres que cuidan su sueño y sus fortunas terrenales, a veces apenitas fortunitas impersonales nadie repara en su salario, en su alimentación, en su cálido o lluvioso presente, menos reparamos en su futuro, en sus temores, en qué lo hizo aceptar un trabajo que apenas cubre la canasta básica de alimentos, sin pensar en ropa, medicinas, educación, salud, diversión, así El Pinochini de América escribe otra página de la miserable historia salvadoreña, escrita con la tinta del pobre que es su sangre, mi sangre.

La entrevista que leerá no tiene el nombre del entrevistado, ni de la compañía de seguridad en la que labora desde hace siete años pues sería despedido si el dueño de la empresa se entera, el vigilante es mi amigo a quien conozco desde hace quince años. Entrevistar a un hombre de cincuenta y siete años que empezó a trabajar como vigilante desde hace siete años ante el desempleo causado por el modelo esclavo-globalizador, un hombre que apenas sale de su trabajo pasa por la iglesia para rogar a Dios que le escuche sus oraciones, que lo proteja pero sobre todo que no falte el pan suyo y el de sus hijos en la mesa, pero acá estamos escribiendo del presente y vale la pena saber qué fue de su vida siendo joven, al llegar a la adultez porque no fue por generación espontánea que apareció arrullando su sueño.

¿Cómo está formada tu familia?: Mira, somos cuatro hermanos, mi papá abandonó a mi mamá si mal no recuerdo cuando yo tenía quince años y nos dejó jodidos, ya nos tocaba trabajar de lo que fuera para ayudar a mi mamá y así como pude seguí estudiando hasta sacar el bachillerato, luego empecé a trabajar como repartidor de la empresa Diana, ya ayudaba a mi mamá y a mis hermanos menores, pero como la vida pega donde más duele mi madrecita murió cuando yo tenía veintidós años, ya queda uno patojo para siempre, ella murió de cáncer de estómago.

¿Cuánto tiempo trabajaste en Industrias Diana?: Ahí trabajé casi diez años, pero en eso un Pariente mío de billetes, era el dueño de una distribuidora de libros, de la distribuidora Océano y me dio paja que me saliera a trabajar con él.

¿Cuánto ganas como vigilante?: Aquí me pagan ciento quince dólares cada quincena, eso sí, el dueño te paga por puchitos, un día te da cincuenta y al final de la quincena te paga los otros sesenta y cinco. Viajo desde Tonacatepeque, sólo en pasajes se gasta un montón y tenés que salir en el primer bus para relevar al camarada que ya está aburrido del plantón de veinticuatro horas, aquí uno busca la forma de tratar de llevarse bien con el que lo releva a uno porque si no es bien jodido este trabajo.

¿Cómo es un día normal en tu vida?: Mira, me levanto a las tres y media, le plancho el uniforme a mi hijo menor de doce años, le lustro los zapatos porque uno debe ayudarle a la mujer, en eso ella me está preparando la comida porque uno con lo que gana no puede comprar nada, apenas cuando me vengo a pie de la Tiendona para agarrar la cuarenta y cuatro me ahorro una cora y compro tortillas, pero de ahí traigo mis huevitos duros, casamiento y queso, lo que no me falta es el café porque si te dormís la regaste.

¿Cuál ha sido tu peor experiencia siendo vigilante?: Mira, aquí pasa de todo, desde tamales que te andan posteando por quitarte el arma, hasta maricones y ladrones de todo tipo.

¿Qué le pedirías a la gente que mientras ellos duermen vos arriesgas tu vida?: Mira, uno, que sean educados, que no piten tanto, si aquí uno vive con un chingo de problemas, aguanta sol, agua, hambre y que jodan tanto, no es correcto; cachimbón fuera que todos pagaran las cuotas pero muchos son grandes trampas y de eso se agarra el jefe para retrasarnos los pagos y que en vez de la comida podrida que le mandan a uno, yo prefiero un café, pero eso es cosa de cada quien.

Como la vida es tan arisca y complicada, la seguridad de millones de salvadoreños descansa en ese sencillo hombre uniformado que por un mísero salario arriesga su vida para que usted amigo lector descanse, disfrute una noche lluviosa mientras personajes oscuros, tenebrosos se aprovechan de esa inseguridad para lograr su seguridad económica. Respételos no le vaya a pasar lo de Juan Comodoro que buscando agua encontró petróleo, se volvió rico, pero se murió de sed... y el sencillo vigilante le cante: Pobrecito mi patrón piensa que el pobre soy yo... lararalararalararaylaray....

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