Dalia González
Ernesto huyó de Honduras junto a dos amigos. Viajaron
por carretera a través de Guatemala. Evitaron los trenes de carga por
temor a caer. “La gente no piensa en las posibilidades de que eso
ocurra, o no lo harían”.
Ese niño es uno de los 57 mil menores de edad,
procedentes de Centroamérica, que han llegado sin compañía de adultos a
la frontera entre México y Estados Unidos, tras emigrar en busca de sus
familiares o huyendo de las condiciones de vida en sus países. “¿Cómo me
decidí? Era el sueño americano”, le contó Ernesto a Susan Terrio,
profesora de antropología de la Universidad de Georgetown, quien publicó
algunos testimonios como este en la revista norteamericana Politico.
Avanzó hacia el norte, hasta que fue secuestrado por
miembros del Cártel de los Zetas. Logró escapar, pero sus compañeros de
viaje fueron asesinados.
Carlita, una salvadoreña de 13 años, también fue
secuestrada por los Zetas, violada y obligada a trabajar como mula para
el narcotráfico. Afortunadamente, logró escapar y llegar a la frontera.
Carlos, que se crió en una pequeña planztación de
café, dejó El Salvador a los 15 años después de haber sido abusado por
su padre. Se unió a otros seis emigrantes con los que cruzó el Río
Bravo. Una mujer embarazada en el grupo fue arrastrada por la corriente.
A los que salieron con vida, los rodeó la Patrulla Fronteriza,
historias como estas ocurren a diario. El secretario de Seguridad
Interior de Estados Unidos, Jeh Johnson, dijo que los menores están
llegando a un ritmo de 200 o 250 por día, a pesar de lo peligroso del
viaje.
Durante el trayecto, a menudo son testigos o víctimas
de la violencia de contrabandistas, bandas criminales o los propios
guardias fronterizos. En el caso de las niñas, las posibilidades de ser
violadas son tan elevadas que algunos padres les dan inyecciones
anticonceptivas antes de que emprendan el viaje.
La avalancha de menores en lo que va del año fiscal es
alarmante si se compara con cifras anteriores: 37 mil en 2013, 25 mil
en 2012, y 16 mil en 2011, según AFP. Para 2015 se espera la llegada de
hasta 145 mil niños solos.
Su situación legal es compleja. Cuando no son
originarios de un país fronterizo, el gobierno estadounidense tiene la
obli-gación de ubicarlos en hogares de acogida antes de las 72 horas y
garantizarles asesoramiento jurídico, cuidados médicos y psicológicos.
Pero generalmente permanecen en centros de detención
durante un mes. Luego, en la mayoría de los casos, son entregados a
algún miembro de su familia en Estados Unidos, a la espera de que su
caso sea examinado por un tribunal.
Sin embargo, debido al flujo reciente, unos 2 000
niños se encuentran aún en centros de detención en las fronteras. Tres
refugios improvisados fueron abiertos en bases militares en Texas,
Oklahoma y California.
SOLUCIONES A LA CRISIS
La solución para lo que la Casa Blanca ha calificado
como “crisis humanitaria” se ha dilatado. El presidente, Barack Obama,
solicitó al Congreso 3 700 mi-llones de dólares, que serían destinados a
mejorar las condiciones de los centros de detención y acelerar las
deportaciones. Pero los legisladores parecen más preocupados por las
elecciones de noviembre que por resolver la situación de los pequeños
centroamericanos.
Los republicanos proponen reforzar la seguridad en la
frontera, enviar a la Guardia Nacional a la zona y deportar
inmediatamente a los menores para enviar una “señal clara” de que los
niños indocumentados no serán bienvenidos en Estados Unidos.
También quieren modificar la ley conocida como TVPRA
(siglas en inglés de Ley de Reautorización de Protección de las Víctimas
de Tráfico de Personas), aprobada durante la administración de George
W. Bush, que impide la depor-tación inmediata de menores que no sean de
México o Canadá. En el caso de los centroamericanos o de otros países,
es un juez de inmigración quien debe decidir sin son deportados o no, un
proceso que puede tardar años.
Los países de origen también intentan hallar
soluciones. El presidente de Honduras, Juan Orlando Hernández, pidió
ayuda a sus vecinos.
“Nuestros países no pueden hacerlo solos”, dijo.
“Necesitamos el apoyo de Estados Unidos, de México, porque este es un
problema de todos”.
Mientras los políticos en Washington apuestan por
reforzar la seguridad fronteriza, algunos expertos opinan que la
emigración de esos niños no se detendrá mientras no se resuelvan los
problemas que la generan.
“De no abordarse las causas reales como la exclusión
social de las comunidades en los sectores más pobres y la violencia,
realmente va a ser bien difícil”, declaró a BBC Mundo Georgina Villalta,
gerente de la Red para la Infancia y Adolescencia de El Salvador.
“Muchos adolescentes han recibido amenazas de grupos
vinculados a las pandillas. Entonces, ¿qué opción tiene un padre de
familia que le amenazan a su hijo de muerte?”.
La crisis humanitaria que menciona Obama “es una
oportunidad para que los estados asuman de una forma más integral y con
enfoque de derechos humanos el fenómeno migratorio de los niños”,
añadió.
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