El Papa pone en guardia frente a ciertos estilos de vida y mentalidades «guiados más por criterios mundanos de éxito e incluso de poder que por los criterios enunciados por Jesús en el Evangelio»
ANDREA TORNIELLISEÚL
«En estas circunstancias, los agentes pastorales sienten la tentación de adoptar no sólo modelos eficaces de gestión, programación y organización tomados del mundo de los negocios, sino también un estilo de vida y una mentalidad guiada más por los criterios mundanos del éxito e incluso del poder, que por los criterios que nos presenta Jesús en el Evangelio». En su segundo discurso pronunciado en tierra coreana, Papa Francisco puso en guardia, frente a los obispos del país, a una Iglesia en gran expansión pero que puede correr el riesgo de caer en el triunfalismo o de adecuarse a los modelos del mundo de los negocios.
El Papa, invitando a los obispos a ser «custodios de la memoria» y «custodios de la esperanza», recordó: «Ustedes son herederos de una extraordinaria tradición que surgió y se desarrolló gracias a la fidelidad, a la perseverancia y al trabajo de generaciones de laicos. Es significativo que la historia de la Iglesia en Corea haya comenzado con un encuentro directo con la Palabra de Dios. Fue la belleza intrínseca y la integridad del mensaje cristiano –el Evangelio y su llamada a la conversión, a la renovación interior y a una vida de caridad– lo que impresionó a Yi Byeok y a los nobles ancianos de la primera generación; y la Iglesia en Corea mira ese mensaje, en su pureza, como un espejo, para descubrirse auténticamente a sí misma». Con respecto al nacimiento de la fe en el país (gracias a los laicos), Francisco añadió que así «no tuvieron la tentación del clericalismo».
Sin embargo, añadió, «ser custodios de la memoria implica algo más que recordar o conservar las gracias del pasado. Requiere también sacar de ellas los recursos espirituales para afrontar con altura de miras y determinación las esperanzas, las promesas y los retos del futuro. Como ustedes mismos han señalado, la vida y la misión de la Iglesia en Corea no se mide en último término con criterios exteriores, cuantitativos o institucionales; más bien debe ser considerada a la clara luz del Evangelio y de su llamada a la conversión a Jesucristo. Ser custodios de la memoria significa darse cuenta de que el crecimiento lo da Dios (cf. 1 Co 3,6), y al mismo tiempo es fruto de un trabajo paciente y perseverante, tanto en el pasado como en el presente. Nuestra memoria de los mártires y de las generaciones anteriores de cristianos debe ser realista, no idealizada o "triunfalista". Mirar al pasado sin escuchar la llamada de Dios a la conversión en el presente no nos ayudará a avanzar en el camino; al contrario, frenará o incluso detendrá nuestro progreso espiritual».
Francisco pidió aceptar el «desafío de la misión», desarrollando «ese "gusto espiritual" que nos hace capaces de acoger e identificarnos con cada miembro del Cuerpo de Cristo (“ Exhort. ap. Evangelii gaudium”, 268). En este sentido, nuestras comunidades deberían mostrar una solicitud particular por los niños y los ancianos». En particular, el Pontífice invitó a los obispos a cuidar «de manera especial» la educación de los jóvenes, no solo en las universidades sino también en las escuelas católicas de todos los grados, «desde los primeros niveles». Insistió además en la importancia de la «preocupación por los pobres», otra de las palabras clave de su viaje a Corea del Sur. Para Francisco, esta «solicitud debería manifestarse no sólo mediante iniciativas concretas de caridad –que son muy necesarias– sino también con un trabajo constante de promoción social, ocupacional y educativa. Podemos correr el riesgo de reducir nuestro compromiso con los necesitados solamente a la dimensión asistencial, olvidando la necesidad que todos tienen de crecer como personas, y de poder expresar con dignidad su propia personalidad, su creatividad y cultura». La solidaridad hacia los pobres, dijo, «es un elemento esencial de la vida cristiana; mediante una predicación y una catequesis basadas en el rico patrimonio de la doctrina social de la Iglesia, debe permear los corazones y las mentes de los fieles y reflejarse en todos los aspectos de la vida eclesial».
Al final, hablando sobre los desafíos que la Iglesia debe afrontar en una sociedad cada vez más secularizada y materialista, Francisco habló sobre la tentación por parte de los agentes pastorales de «adoptar no sólo modelos eficaces de gestión, programación y organización tomados del mundo de los negocios, sino también un estilo de vida y una mentalidad guiada más por los criterios mundanos del éxito e incluso del poder, que por los criterios que nos presenta Jesús en el Evangelio». Palabras específicamente pensadas para el caso de Corea del Sur, pero que pueden ser aplicadas a otros contextos, a partir de la misma reforma de la Curia romana y de sus estructuras, en particular las que se ocupan de las finanzas y de la economía de la Santa Sede, que necesitan ser cada vez más transparentes, pero sin imitar los modelos del mundo de los negocios, olvidando la unidad y la originalidad de la naturaleza de la Iglesia.
Francisco añadió que en «tiempos de desarrollo económico, la Iglesia tiene la tentación de olvidarse de los pobres y de su vocación a ser pobre y para los pobres, confiando en las cosas materiales y en la organización».
«¡Ay de nosotros –concluyó el Papa– si despojamos a la Cruz de su capacidad para juzgar la sabiduría de este mundo! (1 Co 1,17). Los animo a ustedes y a sus hermanos sacerdotes a rechazar esta tentación en todas sus modalidades. Dios quiera que nos podamos salvar de esa mundanidad espiritual y pastoral que sofoca el Espíritu, sustituye la conversión por la complacencia y termina por disipar todo fervor misionero (“Exhort. ap. Evangelii gaudium”, 93-97)».
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