jueves, 25 de febrero de 2016

Las catacumbas: ciudades de la muerte

Salvador Augusto López



El ser humano desde que fue consciente que moriría algún día estableció normas rituales, jurídicas, antropológicas, filosóficas, teológicas, religiosas y culturales. El respeto por el cadáver ha tenido diversas interpretaciones en las culturas antiguas mediterráneas y semíticas. En las culturas y pueblos paganos (término que hunde su significado histórico en el pago que recibían las personas al trabajar la naturaleza como la tierra, el campo o lo agrícola), las personas vinculadas y estrechamente relacionadas con el mundo natural optaban por la cremación del cadáver, es posible que algunos lo hiciesen por saber que todo extraían de la naturaleza (lo que no necesita de la intervención humana) misma y por tanto, al morir era ella la que los volvía a recibir al morir, como una especie de integración energética.

Los romanos practicaban la inhumación, pero, también la cremación. En el caso de los judíos y cristianos enterraban los cadáveres ya que tenían otra concepción de la muerte y del dador de la vida, Dios.  En el caso de los cristianos llegaron a creer en la resurrección de la carne (visón más hebrea y judía) y del cuerpo (cristiana), razón por la cual con respeto enterraban a sus hermanos de fe cristiana.
La fe en la resurrección de Jesucristo fue para los cristianos  el modelo a seguir, de modo que también resucitarían como bien lo expuso el jurista y teólogo judío-romano Pablo, Saulo de Tarso, “… si Cristo no hubiese resucitado vana sería nuestra fe” 1ª Corintios 15:14. Algunos teólogos consideraron que los procesos de la naturaleza de vida a muerte, y de muerte a vida era un argumento del porque debía haber resurrección presidida por Dios, lo pensaban desde la teología de la creación.  En este sentido, la tradición teológica cristiana ha podido construir teóricamente cinco formas de cómo Dios ha traído a la vida a los seres humanos.

Por otra parte, durante los siglos II y III (puede ser parte del IV) d. C de la época del Imperio Romano los cristianos enterraron a sus muertos en catacumbas que también se les conoció como hipogeos (del griego, hipo: abajo, geo: tierra) o bajo tierra, en buena parte del territorio de  Europa, Norte de África y una partes de Asia. Se han encontrado estos cementerios subterráneos, que también se les ha llamado necrópolis (necro: muerte, polis: ciudad), ciudades de la muerte porque en algunos lugares son kilómetros de extensión los que abarcan. Las catacumbas más estudiadas han sido las de Roma, pero, cabe agregar como dato curioso que París, Francia, está cimentada en una ciudad de muerte o catacumbas.

Históricamente añadir que hasta el siglo IV d. C., se mencionó por primera vez el término catacumba y no fue hasta el siglo IX que se utilizó en la Edad Media para aludir a cementerio subterráneos, ya que también estaban los de cielo abierto.
Yendo a la parte del contexto histórico de los siglos II y III (puede ser parte del IV) d. C., del Imperio Romano, los cristianos no tenían a su favor el entorno social, político, económico, religioso y cultural, en algunos de estos siglos sufrieron persecución por parte del poder romano (por ejemplo: del emperador Decio en el 250 d. C), razón por la cual en algunas etapas y crestas históricas las condiciones no eran nada favorables para ellos, y al morir los cristianos no tenían espacio en los cementerios a cielo abierto, por lo cual empezaron a utilizar los espacios bajo tierra y construyeron algunas catacumbas, cabe aclarar que los hipogeos no fueron obra exclusiva y genuina de los cristianos, porque incluso se han descubierto catacumbas pre-cristianas correspondientes al norte de Israel en el territorio perteneciente a Siria, y entre algunas cámaras y nichos subterráneos de origen judío.
Históricamente se considera que los romanos en la industria minera (no es de olvidar que en términos históricos el Imperio Romano heredó a occidente: el Derecho Romano y la arquitectura) iniciaron algunas excavaciones que luego utilizaron algunos cristianos para sus propósitos fúnebres.

Finalmente, mencionar que la construcción de las catacumbas requirió de toda una ingeniería y arquitectura especializada la cual estuvo a cargo de obispos y cristianos que asumieron como ministerio enterrar los cadáveres de muchos cristianos, a los cuales cobraban a los familiares.

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