Walter Raudales
Josefo
nació en Jerusalén cuatro años después de la crucifixión de Jesús, por
tanto fue contemporáneo de los primeros apóstoles. Conocido como: Tito
Flavio Josefo, también por su nombre hebreo José ben Matityahu o Josefo
ben Matityahu (n. 37-38 –Roma, 101), fue un historiador judío,
descendiente de familia de sacerdotes. Fue uno de los caudillos de la
rebelión de los judíos contra los romanos. Formó parte del ejército
judío. Vencido en combate se rinde ante los romanos, que habían tomado
la ciudad. Antes de ser ejecutado le profetiza al General Vespaciano, su
destino: “Pronto serás nombrado emperador de Roma, y lo serán igual tus
hijos”. Así salva su vida y se vuelve cautivo de las tropas romanas,
quienes lo utilizan como traductor ante los pueblos de Judea en el
asedio.
Josefo, hijo del sacerdote Matías, su madre descendía de la familia real judía. Recibió la acostumbrada instrucción que las familias sacerdotales daban a sus hijos, hasta el punto de poder afirmarse que poseía una vasta cultura en todo el saber hebraico. Estudió las principales sectas judías: Fariseos, Saduceos y los Escenios. Estuvo en su juventud tres años con los Escenios en el desierto como discípulo de un eremita llamado Bano. Luego se unió a los Fariseos, a quienes criticó después. Entró en la carrera militar y fue designado comandante en Galilea.
La profecía pronto se convierte en realidad. Luego de la caída de Nerón y los sucesivos emperadores romanos de breve tiempo, Vespaciano es coronado emperador. Éste protege al judío Josefo y le concede la ciudadanía romana. En este ambiente Josefo se vuelve historiador. Vive en los palacios imperiales. Escribe dos libros sobre la historia de los judíos y la guerra de éstos. Los textos son de un incalculable valor porque, aparte de ser escritos en los primeros cien años de nuestra era, Josefo compartió época con los apóstoles de Jesús.
Después de los libros de la Biblia, Josefo es el segundo en importancia. Para entender ese momento post Jesús, se convierte en la fuente autorizada más antigua. Fue testigo ocular de lo que relata el Nuevo Testamento y de lo que se escribió en el siglo I d.C hasta la caída de Jerusalén en el año 70 d.C.
En sus libros: “Las Antigüedades de los Judíos” y “Las Guerras de los Judíos” escritos en los años 70 y 80 del siglo I d.C dejan algo valioso: hace dos menciones sobre Jesús. Sus dos célebres referencias a éste han producido enorme cantidad de estudios científicos. Aquí las frases:
Texto 1. Sobre Jesús:
“Por ese tiempo vivió un hombre sabio llamado Jesús, y su conducta era buena, y era sabido que era virtuoso. Muchos de entre los judíos y de las otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que habían venido a ser sus discípulos no abandonaron el discipulado. Informaron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Por ello, quizá fue el mesías acerca de quien los profetas han dicho maravillas. Y la tribu de los cristianos, así llamada por él, no ha desaparecido hasta el día de hoy”.
Texto 2. Jacobo, el hermano de Jesús:
“Con un carácter como el suyo, Anano pensó que ahora que Festo había muerto y Albino todavía estaba de camino podría lograr sus propósitos. Convocando a los jueces del sanedrín llevó ante ellos a un hombre llamado Jacobo, hermano de Jesús, a quien llamaban el Cristo, y a otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los condenó a ser apedreados. Pero los habitantes de la ciudad, considerados como los más justos y estrictos en la observancia de la ley, se ofendieron con esto…”
El Dr. Paul L. Maier, editor de esta excelente publicación que he leído, catedrático e historiador de Western Michigan University sostiene que el peso de la evidencia sugiere firmemente que Josefo mencionó a Jesús en ambos pasajes. Lo hizo de forma totalmente congruente con el retrato de Jesús del Nuevo Testamento, y su descripción, desde una posición ventajosa de no cristiano, parece extraordinariamente justa.
Josefo fue protegido por el emperador y sus hijos Tito y Domiciano que después fueron también emperadores romanos. Roma le ofreció una pensión vitalicia y ahí fue entonces que se dedicó a la historia y a la literatura. Murió poco después del 100 d.C. y en Roma fue honrado con una estatua.
Estos libros de Josefo aportan fascinantes pasajes y desde otra perspectiva de figuras bíblicas como Arquelao, Herodes Antipas, los dos Agripas, Berenice, Felix y Festo, así como más datos sobre Juan el Bautista, de Jacobo, el medio hermano de Jesús. El valor está en que Josefo escribe en el mismo tiempo de la redacción de los evangelios y es un testigo ocular.
Son libros de interés no sólo para estudiosos de los asuntos bíblicos, sino también para aquellos interesados en conocer detalles de ese primer siglo de nuestra era que marcó la vida de la humanidad para siempre.
Josefo, hijo del sacerdote Matías, su madre descendía de la familia real judía. Recibió la acostumbrada instrucción que las familias sacerdotales daban a sus hijos, hasta el punto de poder afirmarse que poseía una vasta cultura en todo el saber hebraico. Estudió las principales sectas judías: Fariseos, Saduceos y los Escenios. Estuvo en su juventud tres años con los Escenios en el desierto como discípulo de un eremita llamado Bano. Luego se unió a los Fariseos, a quienes criticó después. Entró en la carrera militar y fue designado comandante en Galilea.
La profecía pronto se convierte en realidad. Luego de la caída de Nerón y los sucesivos emperadores romanos de breve tiempo, Vespaciano es coronado emperador. Éste protege al judío Josefo y le concede la ciudadanía romana. En este ambiente Josefo se vuelve historiador. Vive en los palacios imperiales. Escribe dos libros sobre la historia de los judíos y la guerra de éstos. Los textos son de un incalculable valor porque, aparte de ser escritos en los primeros cien años de nuestra era, Josefo compartió época con los apóstoles de Jesús.
Después de los libros de la Biblia, Josefo es el segundo en importancia. Para entender ese momento post Jesús, se convierte en la fuente autorizada más antigua. Fue testigo ocular de lo que relata el Nuevo Testamento y de lo que se escribió en el siglo I d.C hasta la caída de Jerusalén en el año 70 d.C.
En sus libros: “Las Antigüedades de los Judíos” y “Las Guerras de los Judíos” escritos en los años 70 y 80 del siglo I d.C dejan algo valioso: hace dos menciones sobre Jesús. Sus dos célebres referencias a éste han producido enorme cantidad de estudios científicos. Aquí las frases:
Texto 1. Sobre Jesús:
“Por ese tiempo vivió un hombre sabio llamado Jesús, y su conducta era buena, y era sabido que era virtuoso. Muchos de entre los judíos y de las otras naciones se hicieron discípulos suyos. Pilato lo condenó a ser crucificado y a morir. Pero los que habían venido a ser sus discípulos no abandonaron el discipulado. Informaron que se les había aparecido tres días después de su crucifixión y que estaba vivo. Por ello, quizá fue el mesías acerca de quien los profetas han dicho maravillas. Y la tribu de los cristianos, así llamada por él, no ha desaparecido hasta el día de hoy”.
Texto 2. Jacobo, el hermano de Jesús:
“Con un carácter como el suyo, Anano pensó que ahora que Festo había muerto y Albino todavía estaba de camino podría lograr sus propósitos. Convocando a los jueces del sanedrín llevó ante ellos a un hombre llamado Jacobo, hermano de Jesús, a quien llamaban el Cristo, y a otros. Los acusó de haber transgredido la ley y los condenó a ser apedreados. Pero los habitantes de la ciudad, considerados como los más justos y estrictos en la observancia de la ley, se ofendieron con esto…”
El Dr. Paul L. Maier, editor de esta excelente publicación que he leído, catedrático e historiador de Western Michigan University sostiene que el peso de la evidencia sugiere firmemente que Josefo mencionó a Jesús en ambos pasajes. Lo hizo de forma totalmente congruente con el retrato de Jesús del Nuevo Testamento, y su descripción, desde una posición ventajosa de no cristiano, parece extraordinariamente justa.
Josefo fue protegido por el emperador y sus hijos Tito y Domiciano que después fueron también emperadores romanos. Roma le ofreció una pensión vitalicia y ahí fue entonces que se dedicó a la historia y a la literatura. Murió poco después del 100 d.C. y en Roma fue honrado con una estatua.
Estos libros de Josefo aportan fascinantes pasajes y desde otra perspectiva de figuras bíblicas como Arquelao, Herodes Antipas, los dos Agripas, Berenice, Felix y Festo, así como más datos sobre Juan el Bautista, de Jacobo, el medio hermano de Jesús. El valor está en que Josefo escribe en el mismo tiempo de la redacción de los evangelios y es un testigo ocular.
Son libros de interés no sólo para estudiosos de los asuntos bíblicos, sino también para aquellos interesados en conocer detalles de ese primer siglo de nuestra era que marcó la vida de la humanidad para siempre.
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