Los salvadoreños celebran hoy el Día de Muertos o de Los Difuntos,
una tradición que tiene sus raíces en el sincretismo cultural que mezcla
elementos de las costumbres de los pueblos originarios y del
catolicismo.
Al igual que en casi toda la región mesoamericana y de países de
Suramérica, este día se aprovecha para agasajar con flores a las
personas queridas que murieron y cuyos restos yacen en los más diversos
cementerios y enterramientos de este país.
También se preparan y
consumen platillos típicos como hojuelas con miel de panela, ayote en
miel, las populares pupusas de maíz con frijol, queso y chicharrón, yuca
frita y otras delicias de la cocina tradicional salvadoreña.
Como parte de estas ceremonias, los familiares, amigos y algunos que
buscan ganarse un poco de dinero limpian, pintan y decoran las tumbas
que, por cierto, en El Salvador tienen colores vivaces como el azul,
verde o violeta, lejos de los grises marmóreos de los camposantos de
otras partes del mundo.
Según un estudio de Salvador Augusto
López, basado en una amplia literatura sobre el Día de Muertos en El
Salvador, "en la raíz y tronco de esta celebración hay un fundamento
indígena, con la copa del árbol católica y unas pocas ramas
cristiano-evangélicas".
Hoy los cementerios estarán abiertos 12 horas. Las
actividades donde se mezclan solemnidad y fiesta, comenzaron con una
misa en el Parque Memorial La Bermeja, en esta capital, y con las
interpretaciones de la banda regimental de la Escuela Militar y de la
Marimba Alma India.
Asegura que en la Mesoamérica
prehispánica los indígenas ya tenían su propia celebración del Día de
los Muertos, así como la comprensión de una vida del más allá, "pero
aquí mismo, en la intramundanidad que no tiene nada que ver con el
esquema cielo e infierno, que los conquistadores cristianos
implantaron".
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