La Navidad es momento de júbilo, en tanto se conmemora
el nacimiento de Jesús, glorioso profeta, originario de un hogar muy
pobre en bienes materiales, pero pletórico en bienes de esperanza y de
transformación social, pues el niño Jesús hecho hombre, nos legó e
iluminó con su obra, enseñanza y sabia palabra, el camino y la forma de
construir un mundo nuevo, en el que la riqueza terrenal está distribuida
de forma equitativa y en el que el bien y el amor triunfan sobre el mal
y el odio.
Jesús nace
pobre, entre los pobres y luego por la profecía del nacimiento de un
libertador, es perseguido por el poder del imperio, hecho político que
marca la vida del futuro profeta, al lado de un pueblo que lucha contra
el sometimiento romano, tal como ahora se lucha contra las imposiciones
de los tratados de libre comercio, de los organismos financieros
internacionales y las grandes potencias desarrolladas del capitalismo.
El
nacimiento de Jesús nos renueva la utopía de que la humanidad y en ella
los salvadoreños, logremos arribar a un mundo nuevo, al Reino de Dios
el cual concebimos como aquel estado de cosas en el que la riqueza
nacional producida por la actividad de los trabajadores salvadoreños, no
se concentre en pocas manos y por el contrario se distribuya justa y
equitativamente y por fin se supere la exclusión social y desaparezcan
las zonas marginales y sus casas de cartón, pues han sido sustituidas
por viviendas dignas.
La
Navidad de Jesús y su utopía, nos llama a construir un El Salvador en el
que ya no veamos a niños y madres cargando recién nacidos, pidiendo en
las calles, pues ellos encontraron en la escuela, en un trabajo decente y
en un hogar integrado, una oportuna bendición para realizar sus
sueños.
Al desear feliz
Navidad a una persona querida y aun a la persona que encontramos a
nuestro paso, hay que tener presente que le deseamos todo aquello por lo
que Jesús predicó y entregó su vida; por ello es bien oportuno recordar
la expresión de que no puedes amar a Dios que no ves y odiar a tu
prójimo que si ves.
La
dimensión social, política y humana de la Navidad nos invita a
compartir; a luchar contra el acaparamiento salvaje; a cultivar la
solidaridad y la fraternidad y a convertir nuestras soberbias y rencores
en humildad y amor, pues sólo así podremos desintoxicar nuestro
espíritu azotado por la mala influencia de un sistema capitalista que
para existir privilegia el individualismo y la exclusión social; por
ello, en su dimensión Política la Navidad nos llama a negarnos a
nosotros mismos, a tomar nuestra bandera de lucha y seguir la huella
dejada por Jesús para la construcción de un mundo nuevo, en el que
seamos capaces de amar a nuestro prójimo, de la misma forma en que
amamos nuestra existencia, ya que sólo bajo esta condición humana,
cualquier saludo de feliz Navidad que salga de nuestra boca, será
sincero.